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viernes, 19 abril, 2024
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    Contra la invisibilización y el estigma: mujeres aportan a las lecturas sobre Malvinas

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    A cuarenta años del conflicto bélico, la literatura sobre Malvinas es, todavía, un terreno en el que se reproducen relatos homogéneos de épica, coraje y hombría, pero en este mismo escenario empiezan a florecer miradas femeninas como las de Patricia Ratto, Fernanda García Lao y Agustina López, autoras que abordan el tema con frescura y desde nuevos enfoques que permiten no solo desarmar el registro heroico sino también correr los límites de lo políticamente correcto.

    Cuando Patricia Ratto publicó “Trasfondo” (2012), en una presentación del libro algunos varones la felicitaron porque la novela “parecía escrita por un hombre”, como si eso fuera un mérito o algo que la autora hubiese buscado. Antes de la defensa de su tesis “Lo monstruoso, lo siniestro y lo grotesco en algunos relatos de la guerra: las Malvinas como frontera”, a Lara Segade, autora del texto, le dijeron que debía modificar algunos ejes porque los excombatientes le iban a hacer “la vida imposible”.

    Diez años después, las representaciones literarias de Malvinas -no solamente de la guerra, sino de las islas como territorio por fuera de la contienda bélica- siguen siendo proyectadas, en su mayoría, por varones. Aun en este contexto, las miradas femeninas y disidentes comienzan a asomarse con cierta timidez pero con una impronta que rompe con la fosilización del tema y lo vuelve un terreno fértil para que florezcan más producciones con miradas queer, jóvenes, transgresoras y cuestionadoras de la épica.

    Lo clásico, lo validado: lo masculino

    Es posible que no tantos lectores recuerden la historia de amor gay que se cuenta en “Los pichiciegos”, de Fogwill, porque lo que normalmente se retoma hoy de esta novela es la construcción de la masculinidad. El valor, el coraje, la hombría (adjetivo que no existe para referirse a esta misma cualidad para otros géneros), incluso el poder de matar como atributo y cualidad de los varones.

    “Como dice Virginia Woolf en ‘Tres Guineas’, la guerra también es cauce de viriles cualidades sin las cuales los hombres quedarían menoscabados. Las mujeres, y por suerte ahora también otros varones, miramos desde un lugar más crítico este fenómeno y, justamente por estar “afuera”, creo que nuestra voz puede decir cosas diferentes, que los varones no pueden o no quieren decir”, explica Ratto a Télam.

    El relato heroico volvió a Malvinas un tema difícil de penetrar, de encontrarle fisuras para proponer nuevas miradas, especialmente porque es el enfoque reivindicado tanto por excombatientes como por militares. El héroe siempre es varón y el relato sigue siendo un terreno copado, en su gran mayoría, por la mirada bélica.

    “Las escrituras están ancladas en los valores de la masculinidad y esto responde al hecho de que históricamente la épica ha sido un modo de exaltación de los señores, protagonizada y relatada por ellos mismos. Ellos declaraban las guerras, mataban y luego se daban el lujo de narrarlas. A nosotras nos tocaba la lírica, en el mejor de los casos. Y en los hechos, ser víctimas o sobrevivientes encargadas de curar a los caídos. Pero a estas alturas de decadencia de la masculinidad, pensar que la literatura sobre Malvinas es un atributo varonil me parece hasta gracioso”, señala la escritora Fernanda García Lao a Télam.

    Las huellas de la mirada femenina y la herida en el ego

    Las autoras consultadas coinciden en que durante muchos años las mujeres no se sintieron “autorizadas” a entrar a algunos territorios que se consideraban cotos exclusivos de los varones, y la guerra fue uno de ellos. No sólo la de Malvinas, sino los conflictos bélicos en general.

    “En la guerra la figura de la mujer fue muy relegada a la novia, la hermana, la madre que esperaba, y el hombre el que planeó la guerra, el que fue al frente. Eso quedó como una especie de cofradía de que son cosas de hombres y para hombres. Y lo que pasa ahora, como en casi todas las batallas del feminismo, es que de a poco se fue rompiendo este paradigma y la idea de que esto es una cosa de hombres, sino que es algo social y transversal”, explica Agustina López.

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