Uruguay vive tiempos alarmantes. Aquel que fue ejemplo del mundo en la gestión de la pandemia tiene hoy un sistema sanitario al borde del colapso, la previsión de más de 1.200 muertes en abril, cada vez más cantidad de casos y un gobierno que sigue evitando tomar medidas duras contra la movilidad.
La pandemia tardó en llegar a Uruguay y, durante nueve meses, se mantuvo en unas cifras más que aceptables hasta el punto de ser mirado por el resto del mundo como una excepción. Hoy es el quinto país con más muertos diarios por millón de habitantes, según la web Our World in Data.
Además, lleva varios días como el país con mayor cantidad de casos nuevos por millón de habitantes en el mundo. Actualmente, acumula 149.430 casos positivos (31.302 activos) y 1.595 muertos, muy lejos de los 19.399 contagios (5.750 activos) y 181 fallecidos que registraba el 31 de diciembre de 2020.
Pese a esto, el presidente de Uruguay, Luis Lacalle Pou, aún pregona la llamada “libertad responsable”, acompañada por tibias medidas como suspensión de clases presenciales -hasta el 3 de mayo- o el cierre de gimnasios y tiendas libres de impuestos en la frontera con Brasil.
Sin resultado
Cuando la tendencia de contagios diarios comenzó al alza entre febrero y marzo, Lacalle Pou anunció medidas que iban a ser establecidas hasta el 12 de abril y se extendieron después al 30. “Hay algo que es claro: que las medidas que se han tomado es bien claro que no dieron el resultado esperado”, dijo la diputada del Partido Colorado (PC, centroderecha) Nibia Reisch.
Según la legisladora de la coalición oficialista -junto al Partido Nacional (PN, centroderecha), el Partido Independiente (PI, centroizquierda), Cabildo Abierto (CA, derecha) y el Partido de la Gente (PG, derecha)-, es necesario dejar abierto “solamente los comercios esenciales”, como se hizo en todo el mundo.
“Sabemos las consecuencias económicas y laborales que tiene, pero si esta situación no se controla, a futuro pueden ser más grandes las consecuencias”, enfatiza la diputada. Aunque reconoce los esfuerzos de las autoridades sanitarias, en cuanto al incremento de medios en Cuidados Intensivos, subraya que son necesarias medidas “un poco más restrictivas”.
Por su parte, Daniel Olesker, senador del Frente Amplio (FA, izquierda), asegura a Efe que la situación actual es “dramática y crítica” y solo ha empeorado desde las medidas anunciadas. “La decisión de no tomar medidas sanitarias obedece a que cualquier medida de regulación más dura de la movilidad requiere disponer de recursos económicos y este Gobierno ha decidido que lo fiscal es prioritario respecto a lo sanitario”, subraya el opositor.
Desde el Ejecutivo ponen el ojo en que el incremento se debe a que la población no redujo su movilidad y a la llegada de la variante P1 desde Brasil. Pero el Grupo Asesor Científico Honorario (GACH), que aconseja al Ejecutivo en la gestión de la pandemia, ya alertó de esta situación en su informe del 7 de febrero, en el que advirtió de que era necesario restringir la movilidad para evitar los actuales niveles de circulación del virus.
El GACH recomendó restringir la movilidad entre las 00.00 y las 06.00 cierre de bares o comercios y hacer lo posible por mantener la presencialidad escolar. Frente a eso, el Ejecutivo decidió no prohibir la circulación, mantener comercios abiertos, bares abiertos hasta medianoche y escuelas cerradas. La matemática e integrante del GACH Inés Fariello señaló este martes en Teledoce que, de mantenerse el promedio actual de muertes, se estima que solo en abril se superarán las 1.200.
Por su parte, el presidente de la Sociedad Uruguaya de Medicina Intensiva (SUMI), Julio Pontet, enfatiza que los CTI viven “la peor situación” desde que comenzó la pandemia, tanto en camas ocupadas como en recursos humanos.
Falta de fármacos, preocupación por el oxígeno, ocupación de camas que actualmente ronda el 77 por ciento y alto grado de estrés, fatiga o agotamiento del personal son solo algunas de las preocupaciones de quienes trabajan en la primera línea de fuego buscando salvar vidas.
Fe en la vacuna
Pese al incremento descontrolado, a que cerca de la mitad de los casos nuevos no tienen nexo epidemiológico y a que las muertes siguen aumentando, Uruguay tiene en su plan de vacunación una luz al final del túnel. Al respecto, el virólogo Juan Cristina dice que “la medida más eficaz” que hoy tiene el país es una vacunación lo más rápida y extendida posible.
Desde el 1 de marzo, cuando Uruguay inició su plan de vacunación, son 918.118 quienes fueron inoculados con la primera dosis de Pfizer o Coronavac y 213.773 con la segunda, lo que totaliza un 32,28 por ciento de la población. “De cualquier manera estamos en una situación muy preocupante con un estrés del sector salud y particularmente de la medicina intensiva que es realmente importante. Creo que es una cuestión multifactorial”, considera Cristina.
Su gran preocupación es que el país alcance el 70 por ciento de los vacunados para alcanzar el llamado efecto rebaño. “En mi humilde opinión ese es nuestro único camino de salida más allá de continuar con las medidas no farmacológicas”, concluye el virólogo.
Con ello sobre la mesa, lo cierto es que el deseo del gobierno de “blindar abril” no está logrando los efectos buscados. Las almas que mueren solas en camas de hospital cada vez son más y el país que dio ejemplo al mundo en 2020 hoy no encuentra el rumbo.