Weverton le quiere dar fuerte y al medio y la tira por arriba del travesaño. Ezequiel Unsain, que había elegido su palo derecho, se levanta y mira si es verdad lo que acaba de sentir, que la pelota no besó la red, que Defensa y Justicia es campeón de la Recopa tras una agónica definición en Brasil frente a Palmeiras. No necesita mucho más que mirar al frente, donde sus compañeros ya iniciaron esa carrera hacia el arco, hacia el abrazo, hacia el título. A unos metros, en el banco, Sebastián Beccacece levanta los brazos y deja ver la sonrisa que el barbijo ya no tapa por el primer trofeo de su carrera.
Después de las decepciones en Independiente, marcada por una breve estadía de tres meses, y Racing, el entrenador volvió al club en el que tuvo su primera oportunidad como DT, cuando la dupla técnica con Jorge Sampaoli se rompió tras la experiencia en la Selección Nacional. Tomó la base que Hernán Crespo creó para ganar la Copa Sudamericana y mantuvo el estilo de juego, ese que Defensa y Justicia supo mantener a lo largo de los años; porque en Florencio Varela no hay nombres rimbombantes, lo que hay es identidad.
Sebastián Beccacece ya recibió su medalla de campeón y pasa delante de la Recopa Sudamericana. Foto EFE/Buda Mendes POOL
Defensa y Justicia es Florencio Varela. Y Varela es parte de esa región que lleva la etiqueta de Conurbano profundo. Defensa es barro y clase trabajadora. Es postergado por definición, sacrificado por naturaleza. Defensa son las casas bajas con el tanque de agua en el techo que todavía se ven en las inmediaciones de la cancha. Pero también es el club que podría ser cuento. El que hasta hace un par de años tenía dos tribunas en sus cuatro costados, el que logró afiliarse a la AFA recién en 1977 pero que disfrutaba más de los bailes en el barrio y la kermese de los sábados. Hoy, como hace unos meses atrás luego de la consagración en la Copa Sudamericana, hay baile en Varela.
Defensa es el que no se conformó con ser lo que marcaba su destino. El que creció de manera colectiva. Porque fueron los colectiveros de la línea 148 los que a comienzos de los 80 empujaron el proyecto hacia adelante. Y como Defensa es barrio, de la mano de su presidente Eduardo Ricardo Pérez, que era parte de la compañía de transporte, hizo propios los colores de uno de los símbolos del lugar: cambió el azul y blanco por el verde y amarillo del micro que conoce como pocos los rincones de Varela.
A ese colectivo están subidos todos ahora. Desde Varela hasta el Estadio Nacional de Brasilia, pasando por el Mario Kempes de Córdoba donde se consagró campeón de la Sudamericana y pasando por el Morumbí donde hace tres años empezaba a dejar huellas en el ámbito internacional. Haciendo escala en Cali donde también supo marcar presencia. El colectivo llegó el año pasado a la Libertadores. Y luchó hasta el último minuto con el mítico Santos en Brasil.
Ahora, desde la semana próxima, tendrá revancha en el máximo torneo continental. Volverá a encontrarse con Palmeiras en el grupo A que comparten con Universitario de Perú e Independiente del Valle de Ecuador, que mientras los de Beccacece hacían de las suyas dejaba con las manos vacías al poderoso Gremio de Brasil. Y por qué no pensar en otro destino triunfal…
Ojo, hay que hacer varias paradas más en este camino de 86 años. Hay que ir marcha atrás hasta junio de 2006 y revivir el empate agónico ante Morón, con dos goles sobre el final, con el tiro libre precioso de Ezequiel Miralles para conservar el lugar en la B Nacional y no caer a la tercera categoría.
Se puede ir más atrás, claro. Al 4 de marzo de 1978, el partido fundacional de esta historia. Cuando el Halcón se puso en marcha y le ganó 2-1 a Cañuelas por la Primera D. Pasar por el ascenso a la C en el 82 y tres años más tarde la B con la goleada histórica 7-0 ante Barracas Central y con Tito Tomaghello, quien hoy es estadio, presidente del club.
El 14 de mayo de 2014, Defensa y Justicia ascendió a Primera tras ganarle a San Martín de San Juan. Foto: Delfo Rodríguez / Archivo
El truco del mago, uno de los secretos de este presente venturoso, está en el predio de Bosques. Ahí hay ladrillos provenientes de las ventas millonarias de Lisandro Martínez, del Lolo Miranda, de Bordagaray, de los hermanos Fernández, de Gabriel Arias, de Ignacio Aliseda…
Ahí surtió efecto el combo entre el aporte gerencial del cuestionado Christian Bragarnik y la cintura dirigencial futbolera de la familia Lemme para seguir una línea en la elección de los técnicos y futbolistas. Juan Carlos Almada, Julio Rodríguez, Ricardo Vila, Jorge Almirón, Diego Cocca, Hernán Franco, José Oscar Flores, Ariel Holan, Sebastián Beccacece, Nelson Vivas, Juan Pablo Vojvoda, Mariano Soso, Hernán Crespo y otra vez Beccacece son un claro ejemplo de ese perfil.
“Nosotros somos soñadores y poder consagrar algo que deseábamos tanto es un motivo de alegría para seguir trabajando”, dijo Beccacece la noche que nunca olvidará, la noche de su primer título como entrenador. A un mes de que cumplir siete años en Primera, su equipo le bordó la segunda estrella al escudo de Defensa y Justicia, el club que hace historia al andar.