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martes, 23 abril, 2024
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    Derechos humanos en la Era Global Digital.

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    La Humanidad transita la cuarta revolución industrial, la llamada era digital global, en un contexto de grandes incertidumbres, amenazas, oportunidades y contextos que nos conmina a reinventar la sociedad.

    La Pandemia del Covid -19 ha acelerado la transformación digital de nuestras sociedades, generado brechas sociales de inmensa inequidad y desigualdad asimétrica. Profundizando aún más las ya existentes.

    La reconstrucción de la economía deberá ser transversal e inclusiva y el gran desafío será que, la digitalización, la inteligencia artificial e internet sean herramientas en la estrategia política para la reconstrucción del tejido productivo, laboral, económico, sanitario, educativo, social, de géneros, ambiental y ciudadano.

    Con el crecimiento de la sociedad de la información, el derecho a la protección de datos y a la privacidad es una condición indispensable en una sociedad democrática y liberal, para garantizar el respeto a los Derechos Humanos.

    La globalización de los intercambios y tratamientos de datos personales, la complejidad de los sistemas informáticos, los potenciales perjuicios derivados de la mala utilización de unas tecnologías cada vez más potentes y el incremento de las medidas de seguridad requieren de una respuesta rápida y adecuada, con vistas a garantizar el respeto a los derechos y libertades fundamentales y en concreto el derecho a la privacidad.

    Es vital que en esta era digital pongamos el foco en soluciones políticas generales para la defensa de los Derechos Humanos Universales gravemente afectados. La recopilación de datos se realiza a escala exponencial e industrial. Los Estados, las corporaciones transnacionales, nacionales, partidos políticos, ONGs, acceden a información minuciosa y personal de todos y todas. Nuestras vidas en términos de datos son recopiladas, con o sin nuestro consentimiento, clasificadas, almacenadas, seguidas, compiladas, y utilizadas por sistemas algorítmicos invisibles e inimaginables para la ciudadanía.

    Más allá de los grandes progresos e innovaciones, fundamentales para el avance de nuestras sociedades, la tecnología es una herramienta de cambio, de transformación y debe estar al servicio de una mejor calidad de vida para nuestros pueblos. Su valor para el desarrollo es inconmensurable. Podemos conectarnos y comunicarnos con el mundo entero en tiempo real a una velocidad como nunca antes.

    La tecnología ha revolucionado la economía global, la industria, los modelos empresariales, el trabajo humano, la sociedad, la política, la educación, la salud, el ejercicio de derechos ciudadanos, nuestras formas de relacionarnos, de comunicarnos, el acceso al poder y el no acceso, los sistemas políticos, electorales, nuevas formas de autoritarismo y discriminación digital emergen con intensa fortaleza, incluso la afectación de la sostenibilidad del planeta.

    Frente a los innumerables beneficios que nos traen las tecnologías, la inteligencia artificial, el conocimiento, el desarrollo científico, la información satelital para la adopción de políticas ambientales, la robotización educativa, sanitaria, el aprendizaje automático, la realidad aumentada, la internet de las cosas, el big data, open data, data mart, metadatos, entre otras tantas innovaciones tecnológicas que han generado una transformación del mundo sin precedentes, se presenta otra realidad no tan buena, como la manipulación y uso ilegal de datos, discriminación por segmentación, exclusión laboral, aumento de la brecha de desigualdad, afectación de libertad de expresión, debilitamiento de la voluntad electoral, analfabetismo digital, entre otros problemas, que urgen acciones concretas.

    Enfrentamos lo que ya se define como “emergencia digital”, situación generada por una transformación digital asimétrica y acelerada que requiere medidas perentorias para garantizar equidad, inclusión y protección de derechos humanos vulnerados.

    La Comunidad Internacional, los Estados y las organizaciones de toda índole enfrentan nuevos desafíos en esta nueva era, que se profundiza exponencialmente frente a la Pandemia planetaria del Covid 19, que anuncia no tener fin a corto plazo.

    Urge que el ciberespacio NO constituya un espacio sin ley o ingobernable. Los Derechos Humanos deben garantizarse con tecnología o sin ella. Es un principio inmanente y universal garantizado por la Asamblea General de las Naciones Unidas, el Consejo de Derechos Humanos y varios tratados constitucionalmente consagrados en la mayoría de los Estados del mundo.

    Tenemos que ser capaces de construir una sociedad digital equitativa, sostenible y justa. Es necesario que las personas estén en el centro del desarrollo tecnológico, un equilibrio entre el avance tecnológico y el humanismo.

    Parte del desafío es garantizar herramientas a las personas para que puedan ser ciudadanos capaces de ejercer plenamente sus derechos. La alfabetización digital es fundamental, de lo contrario quien no acceda al mundo digital, será un analfabeto que el sistema descartará sin piedad.

    La utilización de nuestros datos es una amenaza real al derecho a la intimidad. Ignoramos quien los almacena y para que los usan, y eso está ocurriendo ahora mismo. La amenaza no solo es a la intimidad y la seguridad personal, sino que además socava las elecciones libres y equitativas, hace peligrar la libertad de expresión, información, pensamiento, creencia, y sepulta la verdad bajo noticias falsas, tendenciosas, descalificantes y agraviantes.

    Los sistemas de inteligencia artificial analizan y clasifican a las personas, las segmentan de acuerdo a sus particularidades físicas, mentales, laborales, origen, raza, educación, lugares donde habitan, barrios, características habitacionales. Estamos “clasificados”, y alguien digita acciones que muchas veces implica un gran beneficio para un segmento, con terribles discriminaciones y exclusiones para otros.

    Estos problemas actuales nos obligan a volver a los axiomas intemporales de la Declaración Universal de Derechos Humanos. “Todas las personas son iguales: individuos con derechos inalienables y una dignidad inherente. Cada persona tiene derecho a vivir su vida libre de discriminación, a participar en la actividad política, a la intimidad, la salud, la libertad y a recibir un juicio justo. Cada persona tiene derecho a vivir.”

    Los datos son poder. Los megadatos son superpoderes. El uso abusivo del poder afecta derechos fundamentales de las personas. La historia nos recuerda episodios terribles y trágicos en materia de autoritarismo. Necesitamos normas que regulen el ciberespacio, preservar el marco convencional en materia de Derechos Humanos plenamente vigente y construir la tecno ética, es decir inteligencia artificial y dignidad humana, libre expresión, comprensión de la información que circula y mecanismos de protección contra estos nuevos formatos bélicos que constituyen el odio y las fake news.

    Para concluir, el fenómeno tecnológico es parte de la evolución planetaria. El ser humano debe seguir siendo sujeto pleno de derechos y su dignidad inviolable. La libertad será libertad si no está viciada de manipulación comunicacional y tecnológica. Habrá inclusión si el acceso a las escuelas tecnológicas y a la educación digital es universal, independientemente de las capacidades cognitivas y condición económica de las personas. Nuestros datos deben ser inviolables. La inteligencia artificial no puede sustituir nuestra capacidad cognitiva crítica.

    La búsqueda de una sociedad libre, inclusiva, satisfecha, humanista debe seguir siendo la razón de ser de la política, quien desde las instancias correspondientes debe generar los mecanismos regulatorios y protectorios de los derechos humanos con vigencia atemporal en el planeta.

    Dra. Cecilia Britto
    Parlamentaria del Mercosur

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