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jueves, 18 abril, 2024
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    ¿Qué se logró en la gira europea?

    El Club de París postergará en al menos dos meses el vencimiento que tenía Argentina a fin de mes. El FMI suspenderá el cobro de sobretasas. Claves de la estrategia negociadora argentina.

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    Si el objetivo de la misión que encabezó el presidente Alberto Fernández a Europa, en su faz económica (la principal del viaje), era encauzar las negociaciones con el FMI y el Club de París, puede afirmarse que se lograron resultados en ambos frentes. Argentina podrá anunciar en los próximos días que hubo acuerdo con el Club de París para postergar el pago que vence el 31 de mayo por lo menos por un par de meses, y en una fecha no muy lejana el Fondo tomará la decisión de no cobrar sobretasas a los países deudores que incumplieron con los plazos originales acordados para el pago, al menos mientras se mantenga la situación de pandemia mundial. Son dos pasos a favor con los que Argentina no solamente gana tiempo para la negociación, sino que va generando una alianza y un consenso en torno a la necesidad de modificar ciertas normas excesivamente rígidas en la relación con los organismos de crédito internacional.

    Argentina no juega por sí sola. Habla, sin una representación expresamente delegada, por todos los países deudores que están enfrentando urgencias internas en materia de salud pero también para sostener sus economías y a la parte de su población más vulnerable. Una parte que, en las actuales condiciones, se ha ensanchado a una dimensión en muchos casos sin precedentes en la historia de cada país.

    Lo saben los gobiernos que fueron interlocutores del presidente Fernández y del ministro Martín Guzmán a lo largo de esta semana. El gobierno tiene una posición explícita que no es de ruptura con el FMI, pero sí de cambiar drásticamente las condiciones del acuerdo. Un cambio de condiciones obligado, por el nefasto acuerdo firmado por Mauricio Macri. Pero, además, viendo el panorama internacional, especialmente el regional, y las consecuencias que tiene para los gobiernos atender más las demandas de los acreedores externos y los organismos internacionales, que las necesidades de su propio pueblo sometido a una crisis económica.

    Antecedentes cercanos

    No es una casualidad ni un capricho de la historia que las economías mejor calificadas de Sudamérica estén atravesando graves crisis económicas y sociales que llegan a hacer tambalear a sus gobiernos. Le pasó a Ecuador, que dolarizó su economía hace ya dos décadas, tuvo en Lenin Moreno un presidente leal a los mandatos de los organismos financieros internacionales (traicionando su propio origen, ya que surgió del correísmo) y en particular del FMI, y fue a partir del acuerdo de financiamiento firmado con este organismo en marzo de 2019 (por 4200 millones de dólares), que estalló la convulsión social. Los aumentos en el combustible y otros ajustes derivados de aquel acuerdo sacaron a la gente a la calle, y arrastró a campesinos e indígenas a las ciudades a repudiar las medidas gubernamentales, barriendo con los últimos residuos de legitimidad que le quedaban al mandatario.

    Le pasó también al Chile de Sebastian Piñera, otro alumno modelo del capital financiero internacional, hoy con un nivel de apoyo inferior al 10% y obligado a convocar a una reforma constitucional para remover la carta magna heredada de la dictadura de Pinochet y promovida por los discípulos de la Escuela de Chicago de aquel gobierno de facto. En estos días, la Colombia de Alvaro Uribe e Ivan Duque (actual presidente) enfrenta una protesta social que se inició el 28 de abril y no dejó más la calle, en Cali, Bogotá, Medellin y otras ciudades. Repudian la reforma tributaria y las políticas de ajuste con las que Duque busca seducir a sus acreedores para que sigan financiando a su gobierno.

    En todos los casos, la presión externa provino de las mismas oficinas: el FMI y los fondos especulativos de los centros financieros. En todos los casos, la contracara es la crisis y miseria social que emergió con la pandemia, a la par que puso en evidencia décadas de concentración económica y (consecuentemente) desigualdad creciente.

    A este cuadro cabe agregar a Perú, otro caso de economía elogiada en los centros financieros internacionales mientras se pudo disimular la desigualdad económica creciente que se iba generando internamente, con envidiables índices macroeconómicos. Frente a la crisis del poder dominante, emerge hoy como alternativa de gobierno una izquierda radical que aparece en las encuestas con alta probabilidad de llevar a la presidencia en segunda vuelta (será el 6 de junio) al dirigente gremial docente Pedro Castillo.

    Ninguno de estos antrecedentes fue mencionado como referencia explícita por la delegación argentina durante las reuniones de esta semana con las autoridades de los países visitados, pero sí en los contactos previos preparatorios de las mismas.

    Una cita en Roma

    Tras el encuentro del presidente argentino con la directora gerente del FMI en Italia, el organismo de crédito emitió un comunicado de prensa oficial, fechado en “Washington, 14 de mayo de 2021”, citando “Declaraciones de Kristalina Georgieva”. Tras algunos párrafos en los que califica de “muy positiva” a la reunión, “el placer de conocer” y estar “por primera vez cara a cara” con Alberto Fernández, tras mencionar la lucha contra la pandemia, la importancia de la cooperación global, los desafíos sociales y económicos, el compromiso de seguir trabajando en conjunto y otras cuestiones que hacen a a getos de una buena relación, viene la cita más importante y directamente relacionada a los objetivos de la gira argentina:

    “También tomé nota de la solicitud del presidente Fernández de reformar la política de sobrecargos del FMI y consultaré con nuestros miembros sobre este tema”.

    Es casi el párrafo final, ya que luego vienen sólo un par de líneas referidos a la intención de “construir un futuro económico próspero para todos”. Ahí podría decirse que más de un integrante de la delgación se habrá tentado de proclamar “Misión cumplida”. ¿Por qué? Porque en los encuentros previos de Alberto Fernández con los mandatarios de Portugal, España, Francia e Italia ya había planteado la cuestión de las sobretasas y la necesidad de evitar su aplicación en pandemia y su revisión, como política, en las normas del Fondo. En todos los casos la respuesta había sido de acompañamiento a la posición argentina y el reclamo al FMI para que atienda las urgencias de Argentina.

    Cuando Georgieva declara que toma la solicitud y que va a consultar a los miembros, lo hace ya sabiendo que algunos miembros principales del Fondo fueron consultados por Argentina y ya anticiparon públicamente su posición a favor de esa misma solicitud.

    Punto para Argentina.

    Siempre negociando

    “El crédito del Fondo es impagable en los plazos en que se acordó. También es impagable si se extiende dentro de los márgenes que prevén los programas del FMI. Incluso eliminando las sobretasas, que para Argentina representan dos puntos porcentuales anuales, sigue siendo impagable. La cuestión es que, si se consigue correr la línea de la letra del acuerdo, en este caso con los intereses, teniendo el aval de socios importantes de Estados Unidos en el FMI, quiere decir que estamos planteando una lógica que se está comprendiendo y aceptando. Es el principio de un objetivo más ambicioso, que es replantear las reglas de funcionamiento de esta ingeniería financiera internacional con el Fondo a la cabeza, que ya hoy no cumple su objetivo de estabilización financiera de los países, sino que termina siendo una amenaza de provocar exactamente el efecto contrario”.

    La reflexión es de una persona muy cercana al equipo económico, que siguió toda la gira y las negociaciones desde otro centro de poder mundial. Conoce de cerca a cada uno de los actores, suele interactuar con alguno de ellos y refiere que “hoy Argentina es un dolor de cabeza para el Fondo”, sin arriesgar el tratamiento analgésico que el organismo podría automedicarse.

    No es la primera vez que las autoridades argentinas avanzan sobre el punto. En una de las sesiones del reciente encuentro del G-20, por vía virtual (en el mes de abril), el ministro Martín Guzmán había cuestionado las políticas de sobretasas del FMI calificándola de “una política regresiva y procíclica”, en el sentido de que “afecta más a los países que se encuentran en circunstancias más adversas”. Agregando en esa oportunidad que “es una política que no está alineada con la misión de mejorar la estabilidad financiera mundial”.

    Las sobrecargas en las tasas son aplicadas por el FMI a países que se endeudan muy por encima del crédito que le corresponde por su cuota de participación en el FMI. En el caso de Argentina, que se endeudó por una cifra de más de 1000% de su cuota (diez veces está última), la sobretasa aplicada a los intereses del crédito fue de 2 puntos porcentuales anuales. Sobre un crédito de 45 mil millones de dólares, son 900 millones anuales adicionales de intereses. Entre otros países castigados por sobretasas, se cuentan Ecuador, Egipto y Ucrania.

    La buena recepción que tuvo el reclamo argentino también está relacionado al estilo que Guzmán y Alberto Fernández le imprimen a la relación y las negociaciones con el Fondo. No confrontan, sino que buscan consenso. Cuestionan ciertos mecanismos, pero sugieren modificarlos. El gobierno argentino fue tejiendo alianzas con otros gobiernos que no están “en la vereda opuesta” al Fondo: México, España, Francia, Italia. También hay contactos estrechos con el gobierno de Merkel (Alemania), además de relaciones directas con el gobierno demócrata de Joe Biden, relación en la que Joseph Stiglitz juega un papel preponderante. En definitiva, no saca “los pies del plato” ni busca armar un frente con otros países de la región que confrontan más abiertamente con los centros de poder. Lo mismo que se le critica internamente, es lo que el Ejecutivo utiliza como estrategia para conseguir oxígeno afuera.

    Cuando Alberto Fernández se reunió con su par Emmanuel Macron, en Francia, el mensaje que le reiteró el mandatario fráncés (un mes antes lo había recibido Guzmán de boca de otros interlocutores) es que “un gesto favorable” del FMI sería suficiente para empujar el vencimiento del Club de París dos meses para adelante, y seguir buscando un acuerdo consensuado para una eventual refinanciación. Y el gesto llegó tras la reunión del presidente con Georgieva. Ahora sólo falta formalizar el anuncio.

     

     

     

     

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