Desde Brasilia
Chico Buarque y el teólogo Leonardo Boff denunciaron en una carta dirigida a la ONU y el Tribunal Penal Internacional que Brasil, devastado por el coronavirus, se convirtió en una “cámara de gas a cielo abierto” que condena a “nuestra población al exterminio”. Además de comparar al gobierno de Jair Bolsonaro con el régimen de Adolf Hitler el documento señala que el país avanza hacia una catástrofe casi bíblica de la cual dan cuenta las últimas estadísticas. El presidente es un “hombre sin humanidad, niega la ciencia, el odio al otro es la razón de su ejercicio del poder”. Este “monstruoso gobierno genocida dejó de ser una amenaza para Brasil para tornarse una amenaza global (…) a la civilización”.
Brasil es el segundo país del mundo en muertos por la covid-19, con 265 mil víctimas, y suma 10,9 millones de infectados, que lo sitúan en el tercer puesto del ranking liderado por Estados Unidos. Según un estudio inconcluso de la Organización Mundial de la Salud, el país podría saltar al primer puesto de personas fallecidas a fines de 2021. Este sábado se pasó la marca de los diez mil muertos en una semana, la cifra más alta desde el inicio de la pandemia. Según algunos expertos se esperan cifras peores en los próximos días ante la escasez de vacunas unida al desinterés oficial en comprarlas.
El estado de San Pablo, gobernado por el conservador Joao Doia y con una población similiar a la de Argentina, ingresó el sábado en la “fase roja” del aislamiento social, la más severa, con el fin de vencer la “guerra” contra la dolencia. La ciudad de San Pablo registra el 80,8 por ciento de ocupación de las salas de terapia intensiva. En Rio de Janeiro, cuya intendencia decretó un aislamiento intensificado, está ocupado el 90,3 por ciento de los cuartos de terapia intensiva. Para peor, el “lockdown” leve decretado por el intendente carioca, Eduardo Paes, de derecha, es saboteado por el gobernador de Rio, Claudio Castro, un incondicional del presidente.
Bolsonaro dedicó la semana pasada a cuestionar la vacuna, atacar el aislamiento social y encabezar actos con decenas de personas sin mascarilla. Este sábado se trasladó hasta la Base Aérea de Brasilia donde, otra vez sin barbijo, pronunció un breve discurso ante un grupo de funcionarios antes de su embarque con destino a Israel.
La diseminación de la cepa amazónica, o variante P1, alcanzó buena parte del territorio nacional en menos de dos meses haciendo colapsar a los hospitales de varios estados, incluso los ubicados en las regiones fronterizas, algo que “pone en riesgo a los países vecinos”, dice el documento. Diez países sudamericanos limitan con Brasil a lo largo de 17 mil kilómetros de fronteras bastante porosas. La variante amazónica ya es altamente contagiosa, se estima que las que surgirán de ella podrán tener una transmisibilidad superior y ser más resistentes a las vacunas.
Según investigadores como Atila Iamarino, la mutación de la P1 se ve favorecida por la política “equivocada del gobierno” que prohibió los controles de tránsito entre los estados y por la falta de programas intensivos de testeo. La prensa descubrió más de seis millones de exámenes ocultos en un depósito cercano al Aeropuerto Internacional de San Pablo a fines del año pasado. Para ese momento, apenas cinco millones de brasileños había sido sometido a estos estudios. El general Eduardo Pazuello, ministro de Salud, reconoció la veracidad de la información, prometió donar a Haití parte de los tests y enviar el resto a los estados.
A Bolsonaro le gusta llenarse la boca con discursos nacionalistas, abundantes en menciones a una soberanía garantizada con la presencia militar en las fronteras terrestres y marítimas. Un argumento invocado, junto al de la seguridad nacional, para justificar la disparada del presupuesto destinado a las Fuerzas Armadas en perjuicio de los fondos para la Salud. En la nueva estrategia de Defensa las hipótesis de conflicto se concentran en las fronteras, priorizando las amazónicas, donde se han realizado ejercicios militares con incrementada frecuencia. Uno de los últimos ensayos militares coincidió con la llegada al país del entonces secretario de Estado norteamericano, Mike Pompeo, en los días finales de la administración del presidente Donald Trump. Además de apoyar la reelección de Trump, Bolsonaro la emprendió contra el candidato demócrata ,Joe Biden a quien llegó a amenazar de responderle “con pólvora” si tropas de Estados Unidos ingresaran en la Amazonia.
La crisis del Covid contradijo esa retórica poniendo al desnudo un déficit de soberanía: el estado nacional se vio desbordado en parte del territorio, especialmente en la floresta amazónica. Manaos, la ciudad más importante de la Amazonia, fue la primer capital devorada por la pandemia a mediados de enero cuando decenas de personas murieron por falta de oxígeno a pesar de que el ministro Pazuello fue informado sobre la carencia de este insumo. Ante ello el gobierno de Estados Unidos anunció la intención de enviar equipos a Manos adonde llegaron varios camiones con tubos de oxígeno donados por Venezuela. Bolsonaro, irritado, atacó al gobierno de Nicolás Maduro.
Lo concreto es que mientras siga avanzando la pandemia Brasil se torna cada vez más vulnerable ante los ojos del mundo, donde algunos gobiernos temen la exportación de un supervirus. Washington envió una señal, o quizá una advertencia, a través del infectólogo Anthony Fauci, asesor del presidente Biden. “Lo mejor es vacunar y hacerlo en el mayor número de personas lo más rápido posible” recomendó Fauci a las autoridades brasileñas con las cuales, dijo, le gustaría conversar sobre el tema.
Nada indica que Bolsonaro esté dispuesto a recibir consejos de Biden ni de la OMS, que acaba de reiterar su “preocupación” ante la situación brasileña. Antes bien el gobernante repitió en los últimos días su apuesta en el consumo de la hidroxicloroquina, un medicamento para la malaria que no tiene eficacia comprobada contra el coronavirus y su expectativa en un “spray milagroso” utilizado en Israel para el tratamiento de enfermos con cáncer. El spray nasal EXDO-CD24 fue aplicado a sólo 30 pacientes infectados con el SARS CoV-2, de los cuales 29 se curaron de inmediato, aseguró el mandatario que envió a Israel una delegación encabezada por el canciller Ernesto Araújo.
En contraste con esa apuesta milagrosa, la realidad indica que hasta el momento fueron vacunados sólo 8,1 millones de brasileños, poco más del cuatro por ciento de la población. El gobierno firmó un solo contrato para comprar inmunizanes, con el laboratorio británico AstraZeneca. El grueso de las vacunas aplicadas son del laboratorio chino Sinovac, compradas por San Pablo.