Desde Lima
En este caso, entre una izquierda radical y la extrema derecha. Competirán en el ballotage en junio el profesor y dirigente sindical de izquierda Pedro Castillo, y Keiko Fujimori, hija y heredera política del exdictador de ultraderecha Alberto Fujimori, ahora en prisión condenado a 25 años por crímenes de lesa humanidad y varios cargos de corrupción. Otra vez, por tercera elección consecutiva, el fujimorismo estará, como una pesadilla que nunca acaba, compitiendo por la presidencia en la instancia definitiva.
La elección entre dieciocho candidatos deja a dos que pasarán a la segunda vuelta con una baja votación. Lo resultados oficiales de la Oficina Nacional de Procesos Electorales (ONPE) al 88,8 por ciento, confirman el primer lugar de Castillo con 18,88 por ciento. En segundo lugar se ubica Keiko, con 13,25, que le saca una ligera ventaja, pero que se considera definitiva, al economista de derecha Hernando de Soto, que tiene 11,90 por ciento, y al ultra conservador y fanático religioso del Opus Dei Rafael López Aliaga, a quien le gusta que lo llamen “Porky”, con 11,86 por ciento. Un conteo rápido en base a una muestra representativa de actas de votación confirma a Keiko en segunda vuelta. La candidata de la izquierda moderada Verónika Mendoza queda sexta con 7,81 por ciento, detrás del centrista Yonhy Lescano, 9,11 por ciento.
A Castillo se le vincula con los herederos políticos del grupo armado maoísta Sendero Luminoso, que protagonizó una guerra interna en los años ochenta y noventa. Castillo rechaza esa relación. Durante la huelga magisterial que encabezó en 2017, que lo lanzó a la escena nacional, el gobierno del entonces presidente Pedro Pablo Kuczynski lo acusó de estar vinculado al Movimiento por la Amnistía y los Derechos Fundamentales (Movadef), grupo que recoge la herencia política de Sendero Luminoso y que tiene como su principal bandera pedir la amnistía de Abimael Guzmán, líder de Sendero, encarcelado desde 1992 con una sentencia a cadena perpetua.
“Nos han estigmatizado”, es la respuesta de Castillo a esa acusación. Dispara contra la corrupción de la clase política, pero el líder del partido Perú Libre que lo postula a la presidencia, Vladimir Cerrón, ha sido condenado por corrupción durante su gestión como gobernador de la región andina de Junín. Castillo ha dicho que convocará a las bases de los partidos y no a los dirigentes para buscar respaldo para la segunda vuelta.
La sorpresiva votación por Castillo refleja el rechazo a una clase política desacreditada a la que profesor y sindicalista no pertenece, la frustración y el hartazgo por las profundas inequidades, abandono y marginación de buena parte del país, especialmente de las zonas andinas donde Castillo gana ampliamente, y la rabia contra un Estado incapaz y que mira para otro lado frente a los graves problemas de esas poblaciones. No ha sido una avalancha de votos, pero sí los suficientes para ponerlo primero en estas elecciones.
“La derecha dejó crecer libremente a Castillo para neutralizar la candidatura de Verónika Mendoza, de una izquierda moderada, a la que esa derecha atacó duramente. Tenían la expectativa que los dos se anulen mutuamente, pero lo que han conseguido es lanzar al primer puesto a la candidatura más radical”, señaló el historiador y analista político Nelson Manrique, catedrático de la Universidad Católica.
Manrique señala que a favor de Castillo también ha jugado su imagen de “humilde profesor de escuela rural, que es muy atractiva y ha canalizado el descontento de los sectores populares, particularmente en la sierra”. “La candidatura de Verónika Mendoza -añade- ha terminado siendo vista más como una candidatura de izquierda de las clases medias antes que de los sectores populares, por eso Castillo avanzó en esos sectores populares”.
Castillo ha ganado la primera vuelta, pero la tiene complicada en la definitiva segunda vuelta. “Todos los cuestionamientos que la derecha no le hizo en la primera vuelta, se los van a hacer en esta segunda vuelta. La derecha va a lanzar una ofensiva despiadada en su contra. Tiene varios flancos débiles. Está la relación de su organización gremial con el Movadef, la cara legal de Sendero. No digo que Castillo sea senderista, pero sí que su organización gremial tuvo apoyo del Movadef en la huelga magisterial. Están las acusaciones de corrupción contra Cerrón, líder de su partido. Y van a cuestionar duramente la viabilidad de sus propuestas”, dice Manrique.
Por afinidad política, Keiko tendría el respaldo de los votantes de los candidatos derechistas Hernando de Soto y Rafael López Aliaga, tercero y cuarto, respectivamente. Sin embargo, el fascista López Aliaga, un fanático religioso del Opus Dei, no descartó respaldar a Castillo, a quien elogió “por ser pro vida y pro familia”. El izquierdista Castillo tiene una agenda conservadora en temas de derechos ciudadanos, que descarta las políticas de igualdad de género y rechaza la legalización del aborto y el matrimonio igualitario, lo que lo acerca a esa derecha ultraconservadora en estos temas.
Verónika Mendoza ha abierto las puertas para un diálogo con Castillo, con quien coincide en su cuestionamiento al modelo neoliberal y el cambio de la Constitución fujimorista, pero con quien tiene grandes diferencias en los temas de derechos ciudadanos. Lescano ha tomado distancia de los dos candidatos que han pasado a segunda vuelta.
“El escenario más probable es un triunfo de Keiko. Los votos de la derecha sumados son mayoría”, precisa Manrique. Keiko ha anunciado el indulto para su padre y ha amenazado con un gobierno de mano dura, al estilo fujimorista. Procesada por lavado, una victoria electoral la libraría de ser juzgada. Si triunfo sería el final de los procesos anticorrupción. “Keiko es la mayor amenaza para la democracia”, asegura el historiador.
Cualquiera sea quien llegue a la presidencia no tendrá mayoría parlamentaria y deberá lidiar con un Congreso atomizado en muchas pequeñas bancadas, que serían once. Castillo tendría solamente 28 legisladores en un Parlamento unicameral de 130 miembros, Keiko apenas 16. Pero el escenario se le presenta más complicado a Castillo porque los diversos grupos de derecha sumados harían mayoría en el Congreso, lo que le pondría las cosas muy difíciles a un eventual gobierno suyo.
“Veo difícil que un gobierno de Castillo pueda durar con un Congreso dominado por diversos grupos de derecha que mantendría en crisis permanente a su gobierno hasta sacarlo y tomar el poder desde el Congreso”, advierte Manrique.
Al Perú se le abre un escenario complicado. La inestabilidad que sufre el país desde hace unos años amenaza prologarse o incluso agravarse. La pesadilla de una restauración fujimorista dos décadas después de la caída de la dictadura de Fujimori ha puesto a la democracia bajo amenaza. La alternativa que podría evitarla es un candidato de discurso radical de izquierda, pero a la vez ultraconservador en temas sociales, que niega derechos ciudadanos, un candidato que genera temores que van a ser explotados por la derecha.