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jueves, 28 marzo, 2024
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    Litio: perder la vocación de colonia

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    “Patria sí, colonia no”, fue una de las consignas que dejó la multitud que colmó una Plaza de Mayo lluviosa el último jueves. Le respondían a Cristina Fernández de Kirchner que, acompañada por referentes políticos de su espacio y aliados, militantes de derechos humanos y su familia, marcó las bases del programa de gobierno futuro. Una de ellas: cómo administrar los recursos estratégicos, como el gas de Vaca Muerta y el litio del norte, sin perder soberanía y agregándoles valor. “Debemos tener una mirada estratégica para que vengan a explotarlo”, jerarquizó de esta manera la vicepresidenta un debate fundamental de cara a las elecciones nacionales de este año.

    Prácticamente nada de lo que el imaginario popular espera encontrar al visitar una mina aplica para una mina de litio: son miles de hectáreas de piletones rellenos de agua salada, de un color turquesa que parecieran no tener nada que envidiarle a cualquier playa caribeña. Son miles de hectáreas en las que más que máquinas perforadoras se escucha el viento y donde la gente se mueve despacio, porque la altura así lo exige.

    La sensación de playa caribeña se desarma apenas pasando el cartel de entrada. Al llegar la conversación se vuelve monotemática: el apunamiento es una amenaza constante en la mina de litio que la multifirma Sales de Jujuy explota en el Salar de Olaroz en la puna jujeña. Estamos a 3900 metros de altura y tres médicos nos toman la presión y la saturación de oxígeno, nos preguntan si tenemos palpitaciones o dolor en la nuca.

    Piden que avisemos ante cualquier rareza que pueda ser síntoma del Mal de Altura de Montaña, como dolor de cabeza o falta de aire, y repiten varias veces que hay que moverse con suavidad, comer poco y tener precaución con el viento y la apertura de puertas, que se pueden volver bruscas. No puede haber tanto viento en las playas caribeñas.

    Tampoco hay tanto potencial productivo: ese cuadro impresionista de aguas calmas y color intenso que se ve en las 1500 hectáreas de piletones del proyecto Olaroz, uno de los dos únicos que explotan y exportan litio en Argentina, tiene un concentrado de sal ocho veces mayor que el Mar Muerto en Israel. Con la ayuda de algunos químicos y a través de un método de evaporación que dura alrededor de un año, los más de 200 trabajadores acostumbrados al Mal de Altura convierten ese agua cristalina en lo que los medios llaman Oro Blanco, el petróleo del siglo XXI, el mineral estrella de los próximos veinte años, por el rol protagónico que ocupa en el proceso de transición energética por el que se inclina el mundo: la electrificación de procesos que utilizan combustibles fósiles como gas o petróleo, responsables de gran parte del calentamiento global.

    Una apuesta a futuro

    A principios de los 90 Sony presentó una filmadora de mano más liviana y con mayor autonomía que las que había hasta ese momento. La clave del éxito del producto fue la batería recargable de ion-litio, que se comercializaba por primera vez en el mercado mundial. Por su capacidad de almacenar gran cantidad de energía en poco espacio, las baterías de ion-litio se empezaron a utilizar en todo tipo de aparatos electrónicos: desde teléfonos celulares, máquinas de afeitar y tablets hasta las de larga autonomía empleadas para los autos eléctricos e incluso vehículos más grandes como colectivos, trenes o camiones.

    Y su relevancia crece a la par de las políticas y los incentivos globales que apuestan a la electrificación para reducir su huella de carbono. Las potencias se están poniendo fecha para acelerar el proceso: China tiene un compromiso de neutralidad de carbono para el 2060, con el objetivo de contar con un parque automotor del 20 por ciento de vehículos eléctricos para 2025. En Canadá plantearon un 30 por ciento de eléctricos para 2030 y cero emisiones en 2050. En Europa hay sanciones fiscales para vehículos con combustión interna a la vez que subsidios para eléctricos, y algunos países como Noruega y Países Bajos directamente dejarán de vender vehículos con motor desde 2035.

    No hay conversación sobre el desarrollo económico de Argentina en la que el litio no sea mencionado. Es que es el cuarto país productor de derivados de litio- específicamente carbonato de litio- del mundo. El ranking lo lidera Australia con el 55 por ciento de la producción, aunque de un derivado menos complejo que es el concentrado de espodumeno. Todavía por encima de Argentina se encuentran Chile y China.

    Y el potencial del país es enorme: concentra el 21,3 por ciento de las reservas identificadas en el mundo, solo por debajo de Bolivia. El triángulo del litio que ambos países comparten con Chile se destaca no solo por la cantidad de reservas (juntas, suman el 65 por ciento de los recursos mundiales), sino por su calidad. A diferencia de Australia que lo contiene en roca dura o Estados Unidos y México, que lo presentan en arcilla y aún no desarrollaron la tecnología para extraerlo a un volumen comercial, en el triángulo se encuentra en la salmuera de los salares de altura.

    Vocación de colonia

    En Argentina hay 38 proyectos para explotar litio, de los cuales apenas dos están en producción. El primero comenzó en Catamarca en 1998 con la estadounidense Livent, que extrae litio del salar de Hombre Muerto. Luego ingresó el consorcio de empresas Sales de Jujuy, que desde 2015 opera en el salar de Olaroz. En 2022 ambas empresas exportaron 696 millones de dólares de carbonato de litio. Hay seis proyectos que se encuentran en etapa de construcción, el paso previo a la producción. Con esto, el gobierno estima que las exportaciones pueden septuplicarse en los próximos tres años.

    “Argentina es el país que más inversión está recibiendo en el mundo”, festeja en diálogo con PáginaI12 José Alioto, gerente de asuntos públicos de la minera australiana Allkem, mayoritaria con el 66,5 por ciento del consorcio que explota el Salar de Olaroz – las otras dos son la japonesa Toyota Tsusho, que tiene el 25 por ciento y la estatal jujeña Jemse-. A través de Jemse y por ley la provincia de Jujuy participa con un 8,5 por ciento del proyecto, monto que estos años fue destinado en su totalidad a amortizar el capital invertido pero con la esperanza de generar pronto una ganancia.

    De acuerdo al gerente de asuntos públicos, el resto de los países que conforman el triángulo del litio cuenta con regulaciones negativas para atraer inversiones por su sesgo “estatista”, a la vez que las regulaciones de Argentina son hoy “muy favorables”: “Es fácil en términos de permisos. Hay mucho control pero se encuentra bien planteado. Además la Ley de inversiones mineras (que rige el marco normativo de la actividad y fue sancionada en 1993) nos da estabilidad fiscal, que es clave para una inversión costosa y a tan largo plazo. Que sea federal suma porque el gobierno provincial ayuda y tenemos un régimen de regalías razonables”, concluye.

    Los fundamentos del sector privado para invertir en el país, del que tanto Bolivia como Chile se alejan -Gabriel Boric anunció hace pocos días la Política Nacional del Litio, que pretende expandir el sector con una posición dominante del Estado y hacer foco en la industrialización y Bolivia lo nacionalizó en 2008-, son sin embargo los más cuestionados por quienes piensan en la administración estratégica del recurso: “Cuando escucho a algunos dirigentes ponerse contentos porque en Bolivia y en Chile han sacado legislaciones que cuidan el litio, porque dicen ‘bueno, como les tienen muchas exigencias allá, van a venir acá”, concluyó Cristina Fernández de Kirchner con una frase que se eternizaría, “Qué vocación de colonia hermano, qué vocación de volver a ser Potosí”,

    Mientras que el país cuenta con un tope de regalías de 3 por ciento de boca de mina, que reportan las propias empresas, en Chile se establecen regalías a través de una tasa de comisión escalonada, progresiva y marginal, que va del 6,8 al 40 por ciento, según los distintos compuestos de litio. El desafío está en encontrar la frontera que permita recaudar lo mayor posible sin desalentar la inversión.

    La industrialización es otro tema encendido en el debate actual: es que el país produce carbonato de litio, paso uno del eslabón productivo, para exportarlo a China, Corea y Australia, principales productores de baterías que luego vuelven a enviarlas a Argentina para realizar aparatos electrónicos: “No digo que hagan los autos eléctricos acá, pero por lo menos hacer las baterías, o una parte de las baterías”, continuó la ex presidenta en Plaza de Mayo.

    “Tenemos que ser inteligentes porque lo que no nos puede pasar es que Chile tenga una estrategia donde finalmente el carbonato de litio se explote en la Argentina y termine procesándose en Chile. En ese sentido, Argentina tiene que acelerar su trabajo para tener rápidamente una ley adecuada que obligue a que ese procesamiento se haga acá”, complementa en diálogo con PáginaI12 Hernán Letcher, vicepresidente de YPF litio y participante de la Mesa del Litio, que reúne a las provincias y actores influyentes del sector para elaborar un proyecto de ley para quitar el techo a las regalías y los derechos de exportación y establecer cupos de carbonato a precio diferencial para proyectos de industrialización en las provincias.

    Pura química

    La visita a la mina es un recorrido por un oasis en un paisaje de clima desértico que conforman decenas de piletones que se miden en hectáreas por su inmensidad. “Se le dice actividad minera solo porque el litio es un mineral, pero el proceso es 90 por ciento químico”, afirma una de las ingenieras de Allkem.

    El método de extracción que se utiliza en Argentina es el de evaporación, que no requiere tecnología compleja y utiliza además la energía solar. Consta de cuatro etapas que precisan un año hasta ser comercializado como carbonato de litio. La primera consiste en realizar pozos en los salares. La técnica de perforación es similar a la del petróleo, pero con pozos mucho menos profundos – pueden llegar hasta los 600 metros- . De allí se extrae una solución de salmuera, magnesio y otros minerales que se trasladan en un ducto hasta una planta de cal.

    La planta de cal es un sistema mecánico de complejidad media que se encuentra al aire libre en el proyecto Olaroz. Allí, se combina la salmuera con cal para poder, a través de una reacción química, sacarle la mayor cantidad de magnesio y comenzar con el proceso de purificación del litio. Ya reaccionado, el ahora compuesto de salmuera, cal y otros minerales que en el proceso llaman impurezas, van a rellenar los piletones donde comienza el eslabón más lento de la cadena.

    Con la ayuda del sol, el viento y los meses ( el proceso total dura alrededor de doce) el líquido que rellena las 1500 hectáreas de piletas con hasta 3 metros de profundidad se evapora hasta hasta lograr la mayor concentración de litio. Los piletones del proyecto Olaroz tienen una superficie que significa cuatro veces la Reserva Ecológica de la Zona Sur de la Ciudad de Buenos Aires. Los residuos de ese proceso son el magnesio y otras sales, que hoy se clasifican como desperdicio pero se evalúan alternativas: en Chile la usan para hacer caminos y construir nuevos piletones.

    Finalmente, se transfiere la salmuera, que aún presenta impurezas, a la planta de carbonatación. En este paso, se abandona el método de evaporación solar y comienza el primer proceso industrial que termina de eliminar los minerales restantes y lo convierte en carbonato de litio gracias a la combinación química con carbonato de sodio.

    “Se parece a la maizena, por la textura digo”, invitan a tocar con los guantes reglamentarios los operarios de la fábrica de Allkem. Durante el recorrido se ven pequeñas grúas trasladando bolsas de una tonelada del producto que al tacto parece maizena, pero no. Cada bolsa cuesta 53.000 dólares y tiene una etiqueta traducida a seis idiomas: es que su próximo destino son camiones que atraviesan el país hasta el puerto de Buenos Aires para subirlas a barcos donde se exportan a Japón, Corea, China, Italia, España y Alemania. Los países asiáticos convertirán ese insumo en baterías.

    El precio, que llegó a ser de 80.000 dólares la tonelada en el mercado de referencia mundial durante el 2022, popularizó aún más el apodo de Oro blanco que en la industria quieren descartar. “Porque no es un commodity  como el oro, y no va a poder serlo. No es un metal, es un químico de especialidad”, subraya Alioto y agrega: “Por ejemplo, nosotros tenemos ocho productos de carbonato de litio distintos y nos adecuamos a las necesidades y los requerimientos específicos de cada cliente. El precio se acuerda vía contratos de largo plazo, superiores al año, y también varía cliente a cliente”.

    Una comunidad minera

    En el mural de la plaza de la comunidad de Olaroz Chico, un pueblo de 300 habitantes veinte minutos más arriba de la mina, eligieron para resumir su identidad la imagen de un minero, una vicuña, y una mujer con un bombo. Olaroz Chico es una de las diez comunidades que conforman el pueblo de Atacama, dueñas de las tierras donde se encuentra el salar. A cambio de ese arrendamiento, reciben no solo una compensación económica de Sales de Jujuy, sino también otras condiciones como el compromiso de contratarlos como proveedores de servicios e incluso capacitarlos en oficios que antes no ejercían.

    “Uno que otro no está de acuerdo. Ellos tienen que ver la realidad de que trabajando conjuntamente con el Estado y la empresa el pueblo se desarrolla”, cuenta a este diario Mario Jerónimo, coordinador de la comunidad. Antes del litio, vivían de la explotación de otro mineral: el borato. Cuando las borateras cerraron, la gente del pueblo comenzó a migrar por trabajo y llegaron a ser apenas cien habitantes.

    Pasaron diez años hasta que apareció el litio: “Nos tuvimos que tomar un tiempo para confiar en lo que nos proponíamos. Antes conocíamos el proceso, era raspar tierra y sacar borato. Cuando vino el litio teníamos que conocer qué significaba”, asegura Jerónimo. Casi todas las familias del pueblo proveen de algún servicio a la empresa: de catering, alquiler de camiones, mantenimiento del campamento, movimientos de suelo o cosechas de sal. “Desde el año pasado volvieron muchos nativos de acá y de otras comunidades”, se entusiasman. La comunidad organiza el Festival del litio, donde ponen stands ofreciendo sus servicios a las mineras.

    “Las vicuñas están hasta más contentas, porque antes teníamos hambre y nos las comíamos”, bromea Jerónimo al ser consultados sobre cómo impactó la operación de Sales de Jujuy en la calidad del agua o en la fauna del lugar. Luego explica que realizan monitoreos mensuales de impacto ambiental, que son discutidos y aprobados por mayoría todos los meses en la Asamblea de la comunidad. En cambio la comunidad de Salinas Grandes, a unos pocos kilómetros de allí, resiste la entrada de las mineras para continuar con su actividad principal: el turismo.

    Una de las controversias más grandes que genera esta actividad tiene que ver con el uso del agua. Desde la empresa son tajantes: la salmuera per se, sin ningún tipo de tratamiento, no sirve como agua ni en la industria, ni como riego, ni para consumo humano, ni animal. Una salmuera tiene diez veces más sales que el agua de mar, y necesita un proceso (caro) para potabilizarse. “Ni los animales te andan en el Salar. Sino verías llamas tomando agua de acá o mismo crecer plantas dentro del salar”, asegura Alioto.

    Sin embargo, el impacto ambiental está mensurado hasta hoy con una sola empresa en actividad. El hidrogeólogo Marcelo Sticco alertó en un revista de la Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN) sobre el probable riesgo de degradación de las reservas de agua dulce en los bordes de la cuenca: “El agua dulce está, de algún modo, montada sobre el agua salobre y, a causa del proceso de extracción del agua salobre con litio en la zona central de la cuenca, se produciría un efecto dominó a partir del cual el agua de los bordes de la cuenca se movería hacia la zona central, o sea, hacia los pozos de extracción de litio. En este movimiento, el agua dulce atravesaría los sedimentos con altas concentraciones de sales, incorporando a su masa las sales y como consecuencia se salinizaría y se perdería como reserva de agua dulce”. Con este argumento, las alarmas se encienden al ver el mapa de proyectos en exploración, que promete una zona con futuras perforaciones que pueden poner el peligro las reservas de agua dulce de las zonas aledañas.

    “Conociéndonos se derriban todos los mitos del litio”, había comenzado la visita la gerenta de comunicaciones de Allkem, Inés Casañas, haciendo referencia sobre todo al efecto ambiental. Los beneficios son claros, pero las preguntas aún siguen abiertas.

    Fuente: Pagina 12

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