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sábado, 14 diciembre, 2024
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    Llegar a tiempo: desarrollan estrategias para trabajar con varones violentos que integran la fuerzas de seguridad

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    Cuando los varones que ejercen violencia forman parte de las fuerzas de seguridad se eleva el riesgo de vida para mujeres, lesbianas, travestis, trans y masculinidades no hegemónicas. Así lo afirman todos los estudios sobre el tema. Desde el Ministerio de Seguridad de Nación trabajan en medidas urgentes como un sistema único de registro de denuncias, con indicadores de riesgo -el retiro de las armas reglamentarias se viene anunciando hace años- y otras a mediano plazo, más novedosas, dirigidas a poner en tensión las masculinidades de quienes integran las fuerzas. Hoy, Graciela Noemí Funes fue asesinada por el policía bonaerense Franco Torres. Nota de Flor Gordillo.

    Jorge Juarez atacó con fuego a su pareja Miriam Farías en la localidad de Saldán. Ella murió el jueves 18 de febrero después de estar internada cuatro días en el Instituto del Quemado, con heridas en el 40 por ciento de su cuerpo. Él era policía federal. En ese momento, en la provincia de Córdoba, el activismo reclamaba por la aparición con vida de Ivana Módica en la zona de la localidad de La Falda. Después de ocho días de búsqueda, durante la madrugada del sábado 20 de febrero fue encontrado el cuerpo en el viejo camino del Cuadrado, tras la confesión de su pareja, Javier Galván, piloto de aviones de la Fuerza Aérea en la provincia.

    Con pocos días de diferencia, un policía federal y un oficial de la Fuerza Aérea de Córdoba protagonizaron dos femicidios. Fue una semana después del asesinato de Úrsula Bahillo, asesinada por Matías Ezequiel Martínez en la localidad bonaerense de Rojas. Él, su ex novio, también era integrante de una fuerza policial.

    Según el último informe elaborado por el Registro Nacional de Femicidios elaborado por la Corte, de 249 causas judiciales, 16 femicidas pertenecían a alguna fuerza de seguridad y 4 a la seguridad privada. La cifra, aclaran, es significativamente más baja en relación a estudios basados en información periodística, ya que faltan datos en la variable ocupación de muchos varones. Además, es clave complementar esa variable con los 12 casos en que se utilizaron armas de fuego reglamentarias como medio empleado para cometer el femicidio.

    Desde el Centro de Estudios Legales y Sociales(CELS) relevaron números que abarcan el período 2010-2020. Solamente en AMBA, en una década, al menos 48 mujeres fueron asesinadas por sus parejas o exparejas policías; 17 de ellas eran funcionarias de seguridad. La mayoría tenía menos de 35 años y muchas eran madres o estaban embarazadas cuando las mataron.

    El monitoreo de La Casa del Encuentro contó 214 femicidas entre 2008 y la actualidad, como pertenecientes o que habían pertenecido a una fuerza de seguridad.

    Desde el Ministerio de Seguridad de la Nación trabajan en medidas a corto y mediano plazo dirigidas a varones, que luego articularán con las distintas provincias para lograr su implementación efectiva. En ese sentido, explican que la reciente creación del Consejo Federal para el Abordaje de Femicidios, Travesticidios y Transfemicidios, en parte, apunta “a responsabilizar de forma directa a quienes tienen las competencias primarias, las provincias”.

    Nuevas masculinidades en las fuerzas de seguridad

    “Ser personal de la fuerza es un indicador que eleva el riesgo por dos cuestiones básicas. La primera es la existencia de armas de fuego, no solo la provista por el Estado sino también las propias, ya que son legítimos usuarios. Y la segunda es que ser parte de las fuerzas a veces puede generar un acceso un poco más simple a una red de encubrimiento o connivencia con la policía, que son quienes acompañan las denuncias o el proceso de judicialización”, explica a LatFem Sabrina Calandrón, a cargo de la Subsecretaría de Bienestar, Derechos y Políticas de Género dentro del Ministerio de Seguridad de la Nación.

    Con esa premisa, proponen medidas inmediatas: una es la restricción de armamento, tanto cuando lo requiere la Justicia, como de forma preventiva. Es decir, de acuerdo al relato de la persona en situación de violencia, hacen un análisis y si consideran que es necesario pueden establecer de forma preventiva la restricción del uso del arma, la cual puede ser parcial o total. Respecto de esto, les oficiales tienen la obligación de declarar las armas que poseen. El Ministerio de Seguridad les restringen el uso del arma reglamentaria, pero respecto de las que pueden tener como usuarios, dan aviso al poder judicial sobre su existencia. Otra medida es el pase a disponibilidad -suspensión temporal del ejercicio de las funciones- hasta que finalice la investigación.

    Seguridad también trabaja en un sistema único de registro de denuncias por violencia de género (URGE). La base es un formulario único que está trabajado junto con el Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad, y algunas fiscalías especializadas. El objetivo es unificar y formalizar el proceso de toma de denuncias. Además, incluye también una serie de indicadores de riesgo: de acuerdo a una especie de calculadora van a determinar si una persona se encuentra en riesgo alto y qué medidas se pueden tomar de forma inmediata.

    La prioridad es tratar de disminuir el riesgo de vida. La pregunta es cómo impactan esas medidas en los varones que integran las fuerzas de seguridad, cuando muchas veces se quedan sin el arma y realizando tareas pasivas, y si ponen en tensión su masculinidad. Ahí entran en escena las formaciones que el Ministerio de Seguridad de la Nación desarrolla junto al Instituto Masculinidades y Cambio Social, con la coordinación de las fuerzas de seguridad.

    En la primera etapa van a formar a integrantes de las fuerzas y a algunos civiles que trabajan en Seguridad. Lxs van a capacitar en género, masculinidades y diversidad sexual para el trabajo con los varones de las fuerzas, fundamentalmente para que puedan problematizarse y revisarse de manera crítica -y autocrítica- tanto en sus relaciones interpersonales como en el ejercicio profesional. Luego serán ellxs quienes conduzcan la réplica y la multiplicación de esos procesos pedagógicos en los distintos territorios.

    “Es importante que en las coordinaciones de los espacios de formación haya personal policial y personal civil, que haya varones y que haya mujeres, aunque los espacios de talleres estén pensados para la participación de los varones en particular, que por supuesto son mayoría en estas fuerzas, y que además hacen a la reproducción de ciertos sentidos comunes masculinizados en torno a cuáles son las virtudes o las capacidades que tienen que demostrar dentro de las fuerzas y por eso es fundamental construir otros modelos de referencia masculinos para empezar a desandar la reproducción de ciertas jerarquías de género hacia el interior”, explica Luciano Fabbri, integrante del Instituto Masculinidades y Cambio Social.

    A través de distintas herramientas, que combinan pedagogías feministas y de la educación popular, les proponen revisar sus biografías personales y su recorrido institucional. Realizan trabajos corporales; otros en dupla. También reflexionan a partir de un spot audiovisual en el que se observa a un chico revisando las distintas etapas de su vida y las situaciones de desigualdad o violencia de género; y les piden después que identifiquen escenas similares en sus propias historias. Luego trabajan en escribir cartas dirigidas a personas con que ellos se vinculan -tanto en sus relaciones interpersonales como en el ámbito laboral- y quieran manifestarles un mensaje en ese sentido. La idea es que puedan construir algunos imaginarios acerca de qué varones quisieran ser en adelante y cómo relacionarse.

    Trabajar a partir de las resistencias

    Quizás a diferencia de otras estrategias de capacitación -muchas incluso en el marco de la Ley Micaela, con una perspectiva pedagógica más expositiva- el foco está puesto en movilizar sus creencias y sus prácticas, que puedan evidenciar sus resistencias para poder trabajarlas.

    “Hay mucho esfuerzo metodológico y pedagógico en no generar resistencias sino en que se pongan sobre la mesa, para que sean insumo del espacio de reflexión y lograr que quienes van a atravesar este proceso tengan algunas habilidades para lidiar con las resistencias de los destinatarios de los talleres que después van a tener que coordinar”, dice Fabbri, quien trabaja en el desarrollo de las iniciativas.

    Las primeras formaciones -a cargo de quienes se están formando en la primera etapa- estarán dirigidas a aquellos varones de las fuerzas de seguridad que tengan denuncias por violencia de género o medidas vigentes. En ese sentido, Fabbri explica: “El objetivo es que lxs participantes tengan la posibilidad de llegar a espacios donde finalmente expresen qué piensan y creen en torno a estas problemáticas; a que puedan trabajar en la identificación de las diferentes formas de desigualdad y de violencia que se reproducen en su ámbito profesional; a que puedan identificar de qué manera el trayecto en una institución jerárquica puede o no reforzar y consolidar ciertas formas de construcción de jerarquías de género. Buscamos que incluso puedan diferenciar el rol que tienen en la prevención o disminución de situaciones de violencia, respecto del ejercicio que muchas veces se convierte en formas de autoridad vinculadas con el abuso de poder, con la violencia institucional o con la violencia basada en género”.

    Más que la incorporación de una forma de abordar su trabajo, la idea es que puedan hacer de la perspectiva de género, una matriz desde donde repensarse como varones y aportar a la construcción de una sociedad más igualitaria y libre de violencias.

    Desde el Ministerio de Seguridad, además continúan desarrollando formaciones en el marco de la Ley Micaela junto al Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad. Comenzaron con la formación de los altos mandos porque son quienes tienen equipos a cargo y quienes conducen las fuerzas de seguridad, para luego tratar de llegar a todxs. “Es una estrategia de mediano plazo. Es decir, ya empezamos con los talleres pero para tener alguna repercusión va a pasar un tiempo, indudablemente apunta a fortalecer ese cambio de algún modo cultural al que apostamos y a la socialización de los varones que son parte de la fuerza”, afirma Calandrón.

    “Es un acto de conciencia tener perspectiva de género”

    A las medidas urgentes y de mediano plazo previstas por el Ministerio de Seguridad hacia el interior de las fuerzas, se suma un eslabón más: la articulación con la Justicia.

    “Son un eslabón central y primario en la atención de violencia, sobre todo en los casos de emergencia. Indudablemente es necesaria la formación específica para el abordaje con la ciudadanía en diferentes aspectos, uno es en la emergencia, otro es en la etapa de investigación en el lugar del hecho, otro es la investigación criminal, o cuando hay delitos contra la integridad sexual. Ahí necesariamente tenemos que tener personas capacitadas y que tengan una sensibilidad en cuestiones de género. Ahí sí hay un trabajo de capacitación bastante fuerte que se viene haciendo tanto en el ingreso a las escuelas de formación como en las instancias de ascensos o especializaciones”, asegura Calandrón.

    Muchas veces son las fuerzas de seguridad el primer contacto que se acerca a una mujer, lesbiana, travesti o trans que atraviesa una situación de violencia de género. Puede llegar  el móvil de la policía al domicilio o pueden ser ellxs quienes inicien el proceso de toma de denuncia. O son los primeros en llegar a los hogares cuando se produce un femicidio.

    Flavia Pieroni, abogada feminista especialista en género y políticas públicas, trabaja en la Unidad Judicial de Violencia Familiar del Ministerio Público Fiscal de Córdoba, y es una de las responsables de tomar las denuncias en esa área. Enfatiza que la formación en perspectiva de género es vital pero no solo para las fuerzas de seguridad.

    “Son colaboradores del sistema judicial porque tenemos conocimientos de los hechos a través de ellos. Como personal que presta un servicio a la Justicia -no al poder Judicial en sí, sino a la ciudadanía, a la provincia- necesitamos que tengan perspectiva de género porque necesitamos que sepan cómo abordar los casos, o recolectar acabadamente la prueba, o dejar perimetrados los lugares, o activar búsquedas de determinadas maneras o no revictimizar a las mujeres y disidencias cuando concurren a las instituciones. Una transformación en los agentes de las fuerzas de seguridad y de la Justicia solo se va a lograr transversalizando cada vez más el género en ambas instituciones y comprendiendo que es un acto de conciencia tener perspectiva de género, no es formarse únicamente”, afirma Pieroni.

    Asegura que “la transformación solo puede venir de la mano de la capacitación, la toma de conciencia, y un vistazo a la realidad, tanto por parte de agentes de la fuerza y de la Justicia, como de toda la sociedad”. “Necesitamos un quiebre en la manera en que estamos viviendo y, sobre todo, que los varones se sienten a conversar. Eso es urgente”, agrega.

    Fuente:https://latfem.org/

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