Guzmán negoció con expectativas hasta la segunda quincena de enero de este año la posibilidad de una reducción de las tasas de interés. A fines del año pasado, en una entrevista con el diario español El País, el ministro había dicho que “la Argentina está lista para avanzar, pero aún falta trabajo de comprensión por parte de la comunidad internacional. Ha ido creciendo la recepción de buena parte, se ha ido construyendo un apoyo de buena parte de la comunidad internacional”. Sabiendo el alcance del medio, lo que buscaba con la declaración era que los países de los que depende la votación en el board, tuvieran en cuenta lo que se reclamaba desde Buenos Aires. Se especulaba en Economía que, al menos hasta esos momentos, una llamada directa de Alberto Fernández con Biden, o una buena relación final con EE.UU., podría destrabar la situación y superar el país el 85% necesario del board y llegar casi al 90% de los votos. Sólo quedaría en duda lo que harían Japón (6% de los votos), los países nórdicos (3,43%) y otros estados europeos, en general y tradicionalmente reacios a apoyar al país (tampoco lo hacían en tiempos de Mauricio Macri). La visita del canciller Santiago Cafiero a Washington para ver a su par Anthony Blinken del 18 de enero pasado, reactivó las expectativas. Sin embargo, los ruidos de las últimas semanas, desactivaron las expectativas; hasta recibirse desde Wasington la última certeza sobre cómo es la realidad.
La expectativa que le queda a Guzmán, es que el tema quede explícito en el texto del acuerdo final. Más específicamente, que en algún articulado se indique que si en el futuro el FMI decide cambiar sus políticas de tasas de interés, Argentina resulte inmediatamente beneficiada y se le aplique la misma contracción al Facilidades Extendidas vigente. O que se pueda abrir la negociación para su cambio por un plan nuevo. Esto es lo que se negocia por estas horas. Y podría haber noticias favorables, ya que Georgieva estaría de acuerdo. pero no mucho más.