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sábado, 20 abril, 2024
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    Nippur era peronista

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    Las historietas ahora se llaman comics. El medio y el fin nunca cambiaron. La magia y el corazón siguen inalterables. Para aquellos que resistimos en el medio gráfico nos resulta gratificante ver a niñas y niños aprender a leer interesados en las aventuras de sus personajes favoritos. Hoy el camino es inverso. En mi caso comencé a leer con la colección Mis animalitos. Cuando me dormía junto a los cuentitos ignoraba que me estaba acompañando Oesterheld. Con suerte, a los dibujos de mis libros los podía ver animados en la pantalla del cine Heraldo, en ocasiones excepcionales. En la actualidad, buscan en el papel lo que conocieron antes en diversas películas.

    La emoción del encuentro es la misma, abrazan la publicación como quien abraza a un amigo. Los nuevos lectores ignoran que no existe una tablet más veloz que sus propios cerebros para reproducir imágenes. Las diferentes estampas en las revistas que consumen tal vez sean el paso previo para poder proyectar, en el futuro, sus propias películas ante cada libro. Hubo un tiempo en que el denominado arte menor no estaba destinado a los menores. Si bien la educación se inicia en cada casa, prosigue en la escuela y termina en forma personal, para algunos el período escolar es muy corto o en algunos casos, nulo. Mi tío Miguel fue uno de los que fueron a la primaria como para saber firmar. Trabajar para ayudar a parar la olla era prioridad absoluta. Su afán por aprender lo llevó a comprar todas las revistas de la editorial Columba.

    En el bondi, volviendo de la fábrica, debajo del parral o en el baño del fondo de su casa, leía y releía las historietas buscando un sentido a la vida, una escala de valores, una ética. Me sorprendió el día en el que, junto con otros compañeros de mi primer año de la secundaria, preparamos en su casa una clase especial sobre “La medialuna de las tierras fértiles”, un tema tan lejano tanto en el espacio como en el tiempo para nosotros, tan familiar y ameno para él.

    Nos sacó a pasear por el lugar, nombrando ríos, ciudades, reyes, esclavos, mezclando leyendas con hechos históricos, recordando, mintiendo, inventando.

    Extraño, en la actualidad, charlas no googleadas, conversaciones no exactas, creativas, pasionales, que no precisen el chequeo de la veracidad, que ayuden a vivir, a soñar, a sentir. Así habló mi tío aquella tarde. Lo hizo de la mano de su amigo de papel, cuyo nombre llevaba tatuado sobre la muñeca del mismo brazo en que sus dos años de colimba en la marina le habían dejado dibujado un corazón cruzado por una flecha y la palabra madre.

    Como resumen de su exposición y para todo aquél que quisiera escucharlo aseguró que Nippur era peronista. La risa de los estudiantes fue proporcional a mi rubor, avergonzado atiné a decirle, “¡pero tío, el peronismo no existía en esa época!”

    Sin el menor índice de retractarse me contestó con firmeza, “siempre hubo peronismo, sobrino, porque siempre hubo pobres. En cada corazón de cualquier esclavo hitita, seguramente habrá latido el sueño de ser un hombre libre, de poder ser artífice de su propio destino y no instrumento de la ambición de nadie. Nippur caminó la Mesopotamia con el mismo sentimiento, con todas las debilidades humanas sobre sus hombros, pero con ninguna malicia de vivir del esfuerzo ajeno”.

    Ante la temprana partida del cuentista, recibí orgulloso como herencia pilas de revistas atadas con soga y un cardenal encerrado en una jaula de madera y alambre. Las historietas que fui leyendo de a poco, no sólo fueron de segunda mano, mi lectura también lo fue. Siempre tuve de referencia al primer lector, aprendí a conocerlo mejor de acuerdo a las palabras de su amigo.

    ¿Cuánto había de Miguel en cada consejo que me supo brindar y cuánto de su héroe? “Si salen todos juntos, vuelven todos juntos, a un amigo se lo espera siempre”. Un hombre de bien no necesita conocer de leyes. Sabe lo que está bien y lo que está mal. Si se equivoca, paga sin buscar culpables. “Es bueno honrar el nombre, nadie lleva un sobrenombre sin motivo”. “Siempre es mejor que la gente te salude y no que te señale”.

    ¿Cuánto habrán influido aquellos guiones en su personalidad, en cada decisión importante que tomó en su vida? En su repetida negación ante la propuesta de ser encargado de sus distintos trabajos y la idéntica respuesta acompañando su renuncia indeclinable: “Disculpe señor, pero no nací para ser secretario, no sirvo para guardar secretos de nadie, demasiado que cargo con los míos”.

    ¿En qué medida habrán incidido las historias gloriosas para impulsarlo a aprender el oficio de yesero, lograr trabajar por su cuenta, sin patrones a la vista y vencer al tiempo permaneciendo en la moldura de un cielorraso o en el revestimiento de alguna columna?

    Si todo aquello que no podemos olvidar es porque se ha instalado en nuestros corazones, ¿cómo hizo el guionista para llegar hasta allí? Si bien todo arte radica en el cómo, la magia, tal vez, habite en el lugar donde germina dicha creación. ¿Habrán sido las mismas ansias de huir de la pobreza, del encierro en fábricas, del exilio permanente buscando una vida mejor, el lugar común en el que se encontraron los extremos? ¿De qué jaula invisible escapaban ambos? ¿El peronista y el escritor paraguayo huirían por las ventanas de las historietas de la misma forma que el ave de copete rojo escapaba de su prisión con cada silbido?

    En el año 2018, la editorial Planeta reeditó la obra completa de Nippur de Lagash en lujosos tomos encuadernados, con ella también relanzó todos los recuerdos de mi memoria.

    Cuando escribí en aquel momento para Rosario/12, la contratapa Un amigo de papel, mi intención fue homenajear a mi pariente, pero cada publicación es una botella que flota en el mar de internet. La magia la condujo hasta las manos de Robin Wood, quien desde la ciudad de Encarnación me escribió con la humildad que sólo ostentan los grandes.

    “Querido Víctor:

    Muchas gracias por el hermoso escrito en Página/12.

    Haz hecho derramar unas lágrimas a Robin.

    Él ha dejado de escribir, pero está al lado mío y te envía un abrazo.

    Cariños y gracias de nuevo.

    Robin y Graciela.

    Graciela Sténico-Wood

    Robin Wood Producciones ( 2017)”

    La primera vez que abrí este correo, lloré de emoción. Cuando me enteré de la desgraciada noticia, lo volví a abrir y lloré de pena. Toda obra que abrazan los pueblos no sólo es inmortal, también su destino es el anonimato. En el tiempo que me queda, intentaré recomendar nombre y autor a los jóvenes que no la conocen. No se me ocurre otra forma de iniciar dicha sugerencia que una frase que no es de mi autoría, “Nippur…Nippur era peronista”.

     

    Fuente Página 12

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