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sábado, 20 abril, 2024
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    Nuevas ficciones se animan a mostrar lo “monstruoso” en la maternidad

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    Con historias que interpelan, enriquecen y hasta por momentos refutan los estereotipos, una serie de libros y films de reciente aparición entre los que se cuentan la última película de Pedro Almodóvar, “Madres paralelas” o “La hija oscura”, inspirada en un relato de la italiana Elena Ferrante, dan cuenta de una maternidad desmontada, empoderada y deconstruida, que bucea en las zonas más oscuras y menos transitadas de la relación entre las madres y los hijos.

    Después de un ascenso maratónico entre las películas más vistas en Netflix Argentina, “Madres Paralelas”, la última película del mítico Almodóvar protagonizada por Penélope Cruz y Milena Smit, reconstruye la vida de dos mujeres que coinciden en la habitación del hospital en el que van a dar a luz y que se convertirán en madres solteras, solas y primerizas.

    “Ahí está para mí el origen de la ficción, en las cosas más terribles y más maravillosas de la vida”, contó el cineasta español sobre la decisión de usar ese punto crucial de la biografía de estas dos mujeres. Durante la conferencia de prensa de lanzamiento confesó, además, cómo su propia historia lo inspiró a abordar el tema, pero también a percibir los cambios epocales del rol y el modo en que lo reflejó en su trayectoria: “Las mujeres de mi primera infancia han tenido una enorme influencia en los personajes femeninos que he escrito. Estas madres paralelas no tienen tanto que ver con mi experiencia rural sino con madres urbanas, solteras o una de ellas sin instinto maternal que es algo nuevo en mi filmografía porque nunca había escrito sobre un personaje así”.

    “Leí la novela hace muchos años. Y la primera sensación fue que la protagonista estaba realmente jodida. Pero después me di cuenta de que me sentía identificada. Entonces, ¿la que estaba jodida era yo o tal vez había allí una experiencia que muchas lectoras podíamos compartir?”
    Maggie Gyllenhaal

    Penélope Cruz, por su parte, valoró la mirada poco estereotipada del guión: “Pedro ha tratado la maternidad desde distintos ángulos, muy distintos entre sí, sin juzgar ninguno y yo me identifico con él en ese sentido y lo agradezco no solo como actriz y amiga, sino como espectadora”.

    También en la lista de los más beneficiados por el algoritmo está “La hija oscura” (The Lost Daughter), la ópera prima como realizadora de la actriz Maggie Gyllenhaal, la adaptación a la pantalla grande de una de las novelas de la misteriosa escritora Elena Ferrante. La película recrea el viaje de una mujer a una playa en Grecia, donde su encuentro con una joven madre le dispara recuerdos y sensaciones de sus años al cuidado de sus dos pequeñas hijas y la decisión drástica de abandonarlas; los días de vacaciones se llenan de los dolores y las incertidumbres del pasado.

    “Leí la novela hace muchos años. Y la primera sensación fue que la protagonista estaba realmente jodida. Pero después me di cuenta de que me sentía identificada. Entonces, ¿la que estaba jodida era yo o tal vez había allí una experiencia que muchas lectoras podíamos compartir? Una experiencia de la cual casi nadie habla: la experiencia femenina en el mundo, una verdad oculta sobre la cual debería ser posible hablar en voz alta”, contó Gyllenhaal sobre qué la sedujo del texto de Ferrante.

    “Las cosas por limpiar”, la serie que la plataforma filmó sobre el bestseller de Stephanie Land, un libro que habla de sus memorias como empleada doméstica en casas de adinerados, generó mucho revuelo en las redes sociales. Aborda, con sinceridad, temas que han sido, a veces, sumamente romantizados alrededor de la maternidad, pero también deja en claro hasta qué punto las condiciones materiales pueden dificultar y complejizar la crianza. Tal vez, la posibilidad de plasmar esos claroscuros se deba al equipo detrás de escena: cuatro de los cinco directores son mujeres, al igual que tres editoras, una directora de fotografía y la mayoría de las escritoras.

    La indagación sobre maternidades en tensión que plantea Samanta Schweblin en la multipremiada novela “Distancia de rescate” reaparece en la adaptación cinematográfica de reciente aparición. La película le da dimensión visual a la atmósfera perturbadora que plantea la novela, un texto en el que el terror insinuado que sobrevuela lo maternal es tan potente que es imposible dominar la sensación de sobresalto inminente. “Ojalá la película, como el libro, ayude a hacer ese clic en un espacio personal, sobre cómo nos estamos relacionando con las cosas que más queremos, como los hijos, las amistades, el medio ambiente, sin entender realmente dónde está el peligro y qué tan rápido podría tocarnos”, sostuvo Schweblin durante una entrevista con Télam en septiembre del año pasado, cuando Netflix estrenó la película.

    Así como en los estantes de no ficción de las librerías aparecieron en los últimos meses títulos que desde la sociología, la psicología y la pediatría dan cuenta de nuevos formatos de crianza que le dan marco a nuevas formas de maternar, la literatura acompaña esta forma más sensata -en la medida que incorpora matices y problemáticas- de abordar la maternidad.

    “Madre soltera” de la narradora, poeta y editora Marina Yuszczuk es un poemario sobre la maternidad que refleja los conflictos y contradicciones del rol: lo tierno y lo violento, el cuerpo volcado al servicio pero también al deseo, el entusiasmo y el agotamiento. “La experiencia de tener un bebé me dejó muda. Todo el mundo me preguntaba cómo estaba y yo contestaba que bien, que tenía sueño, todas trivialidades. Pero lo que te pasa es más hondo. Y estuve mucho tiempo sin poder decir algo. Soy poeta hace muchos años, y para mí estaba la expectativa sobre qué podría decir”, contó Yuszczuk, ganadora del primer Premio Nacional Sara Gallardo otorgado por el Ministerio de Cultura de la Nación por su novela “La sed”. Y fue más allá, al vincular el desafío de la crianza y el de la escritura: “Fue el libro que más me costó escribir, indudablemente, porque tuve que salir de ese estado de mudez y plasmar cosas que son gigantes y que uno siente que cuando las escribe las está reduciendo”.

    En “El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes”, la autora moldaba Tatiana Tibuleac cuenta la historia de una madre con todas sus flaquezas a partir de la rabia de su hijo Aleksey. En “El jardín de vidrio”, su nueva novela, va más allá: Lastochka, la narradora, construye el relato de una madre adoptiva que la rescata de un orfanato, con menos intención de reparar su falta de afecto que de encontrar mano de obra siempre disponible para recolectar de la calle botellas que luego vende a un precio extrañamente conveniente. El interés de Tibuleac por ofrecer una exploración poco complaciente de la maternidad coincide con la voluntad de encontrar un intersticio de luz aún en los paisajes más turbios de una vida.

    La novela “Por el bosque” de la escritora franco argentina Laura Alcoba, que publicará el año que viene Random House en la Argentina, genera por estos días polémica en Francia porque intenta comprender las razones de un doble infanticidio sucedido en París en los años ochenta. Alcoba asume que la repetición de estos casos le ha resultado muy perturbadora a lo largo de su vida y que ha intentado asumir el relato sin la pretensión de entender, un gesto que considera imposible porque forma parte del repertorio del espanto.

    Pareciera que la literatura, en el uso intensivo de esa potestad que tiene pasa explorar lo innombrable o lo monstruoso, va más allá y los autores se animan a que sus personajes transiten el terreno del tabú.
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