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miércoles, 24 abril, 2024
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    Recesión: Wall Street y la suma del miedo

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    La inflación es el enemigo público número uno, pero la obsesión del sector privado es la recesión. Hoy más que nunca. Después de los progresos de la lucha contra la inflación en octubre y noviembre, Wall Street recalculó la hoja de ruta que ve más probable. La Fed es tu amiga, sentencia el refrán. Y es verdad: la política monetaria no ceja en su empeño y derrama por fin resultados alentadores. Pero lo que asusta cada vez más es el fuego amigo. No la suba generalizada del nivel de precios; sí, una contracción de la economía. O sea, el alto precio a pagar por devolver la inflación al corral del 2%. Y que eso arruine los balances de las compañías (lo que no está incorporado en los precios).

    El GPS de los inversores detecta un peligro inminente en el recorrido alcista del mapa de puntos de la Fed. No se consigna allí ninguna intención de dar marcha atrás hasta 2024. Y el recelo se exacerba porque toda la banca central del G10 persevera por la misma senda. ¿Es demasiado sutil advertir que la Fed, el BCE, el Banco de Inglaterra y el Banco Nacional de Suiza, todos en simultáneo, desensillaron de los aumentos de tasa de 75 puntos base y optaron por los de 50? ¿Y qué del Banco de Japón? Sin cambiar de monta, relaja las riendas del control de la curva de rendimientos, levanta el “techo” admisible de la tasa de 10 años y no arma revuelo en los mercados internacionales. En otras circunstancias, cuando la primer ministro Liz Truss, por ejemplo, pifió el “timing” de su rebaja de impuestos en Gran Bretaña, pudo provocar un momento Lehman. Pero no. El gobernador Kuroda desactivó una granada de mano y se podrá retirar en paz. Sin embargo, las señales de moderación no son suficientes. Una recesión brusca empujada por el rigor extremo de los bancos centrales es la amenaza que quita el sueño. Y lo que se pretende es un imposible. Una declaración formal de cese de hostilidades no es aceptable. Todavía la inflación es muy elevada; sobre todo, la de servicios. No hay garantías de que los progresos no se estanquen, o se reviertan. La presión tenaz del costo laboral es una rigidez que no cederá si no lo hace la demanda primero (dado que la oferta de trabajo no responde). La faena de la banca central no concluyó, aunque los mercados ansían un recreo. Están obligados a raspar más (pero hacen bien en suavizar el énfasis).

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