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viernes, 29 marzo, 2024
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    Ser mujer

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    ¿Cómo una palabra de cinco letras expresada a modo de definición identitaria puede generar una respuesta con tanto odio? Desde chica, lamentablemente vengo escuchando discursos de hostilidad reproducidos y naturalizados en nuestra sociedad. «Son hombres, no mujeres». «Parece mujer, es casi una mujer». «Es un marica». «Es un macho». «Hombres disfrazados: no son mujeres». «¿Sabés cómo te ensartás con un tipo así en la calle?» «Llego a ver un tipo así en la calle, y lo mato a patadas». A lo largo de los años, estas frases fueron creciendo en odio y agresividad.

    Cuando realicé aquel famoso descargo contra otro discurso trans odiante en mi programa La Pelu, dije: «Soy mujer, madre y argentina». Lo que más voces en contra despertó no fue el discurso de odio hacia mi persona, sino el hecho de que yo hubiera utilizado la palabra «mujer» para definirme. Fui atacada de manera despiadada, incluso por chicas travestis y trans.

    En 1975, unos días después de mi nacimiento, se estrenaba en el cine “Mi novia el…”, una película de Olmedo y Susana Giménez donde ella interpretaba el rol de una supuesta travesti. Una de sus escenas comenzaba con un primer plano de la tapa de un diario. El titular anunciaba «El travesti Dominique tiene novio». Acto seguido, la madre del supuesto novio lloraba en reclamo a su propio hijo por haberle hecho semejante afrenta a ella: «Mirá la porquería que viene a hacernos». Una vecina la consolaba con el argumento de que el hombre no era tan feo, a lo que la hermana respondía que no importaba si era lindo o no: él estaba saliendo con un hombre. Al llegar Alberto a su casa, las vecinas se espantaban y gritaban porque era un degenerado. Su madre lloraba desconsolada, como si su hijo hubiera cometido un delito. Es decir: el argumento completo es un documento que refleja la violencia transodiante que se vivía en esa época.

    Seguimos transitando el mes del orgullo y quise comenzar la columna con un fragmento de una película que, lejos de ser algo que quedó en el pasado, viene a recordar que el discurso transodiante no se extinguió. Se trata de una violencia que pasó de generación en generación y fue reforzada y sostenida por la estructura patriarcal de una sociedad machista. Muchxs sufrimos agresiones y varixs, lamentablemente, perdieron la vida en el camino por las consecuencias extremas de las manifestaciones de esta clase de odio. Antes de que se votara la ley de identidad de género, nos bombardearon con discursos biologicistas, generando más expresiones de desprecio y violencia hacia nosotrxs.

    La semana pasada, en plena campaña, la candidata Cynthia Hotton reprodujo este tipo de discursos contra mi persona. Bajo el argumento de que existe algo llamado «sentido común» al que como sociedad debemos llegar, Hotton señaló que yo no puedo defender la causa de la mujer desde un lugar de mujer. Es una pena que quienes la entrevistaban no le repreguntaran: ¿a qué le llama ella «sentido común»? ¿Al suyo, que postula que a una persona trans no se le permite definirse como una mujer? ¿Por qué esto me desautorizaría para defender la causa de las mujeres? ¿Por no tener vagina? ¡No sabía que una vulva fuera un requisito indispensable para la lucha feminista! ¿Cuál es el problema en que alguien trans defienda la causa de la mujer expresándose desde una identidad de mujer? Si ella misma dice reconocer que cada uno puede percibirse como quiera, ¿cuál sería el conflicto?

    Lo que más me sorprende de las palabras de la candidata es su ignorancia. Se postula a un cargo público para defender al pueblo y desconoce la Ley 26.743 de Identidad de Género. Además, confunde completamente lo que es la identidad de género, la autopercepción de género, con la sexualidad.

    Ahora me pregunto: ¿qué es ser mujer? ¿Tener una vulva, un útero? Ella dice: «Yo tengo ovarios». ¿Qué espera? ¿Que la felicitemos? Según esta comprensión del mundo, si alguien no tiene útero y no puede gestar vida o procrear, no es una mujer. ¿Qué pasa con las mujeres estériles o las personas portantes de útero que son estériles? ¿Son menos mujeres o no son mujeres?

    «Las mujeres trans no son mujeres: una mujer trans, por más que se opere, es un hombre». «Mujer se nace, no se hace», sentencian señalando con el dedo de la verdad y la justicia CIS. Aunque adoptemos hábitos de mujeres, como el maquillaje, no somos mujeres. ¿Qué es ser mujer sino una cuestión cultural? ¿Quién estableció lo que son las cosas de mujeres? ¿Qué ley dictaminó que sean para mujeres las faldas, los vestidos, los tacos altos, el color rosa, el pelo largo, las uñas pintadas, los collares y las muñecas?

    ¿O acaso que las mujeres usen bijou es un fenómeno que se dé naturalmente? ¡Claro que no! Es algo que aprenden las niñas cuando les ponen los primeros aritos abridores, sentenciando que ese acto servirá para diferenciar a una mujer. Las construcciones culturales de género son asimiladas desde la infancia. Si decidimos que algo es femenino, es porque nos lo enseñaron así. Cuando determinamos que alguien es más femenino o más masculino, lo hacemos a partir parámetros que establecemos nosotrxs. ¿Pero en base a qué criterios? Los que nosotres mismes fuimos construyendo desde la infancia.
    Y si vamos a lo biológico, tampoco el binarismo es la opción que se encuentra en la naturaleza de manera única y exclusiva. También este discurso de lo que es sano, válido y «de sentido común» por ser la realidad de la naturaleza está construido. Ya lo hemos hablado en esta columna muchas veces y lo voy a seguir repitiendo hasta el cansancio: desde el punto de vista de la Biología, el sexo también presenta un espectro. Entre masculino y femenino hay grados intermedios, intersexualidades que son igual de naturales.

    Señora Hotton, si nos vamos a limitar a pensar que lo que tenemos aquí abajo tiene un fin reproductivo, y nuestra identidad de género depende de ello, estamos en un problema. No todas las personas que habitan el planeta se reproducen, no nos podemos definir por eso, y si nos vamos a ceñir a lo biológico, vamos a tener que tener en cuenta otros factores: cromosomas, hormonas, órganos sexuales internos y externos, ¡y todo eso puede no coincidir! Por eso, el ser mujer u hombre está más bien relacionado con sentirnos mujeres u hombres en términos de parámetros culturales.

    Creo que el episodio debe servir para que reclamemos una vez más la urgencia de la aplicación de la ESI en las escuelas y también, evidentemente, entre lxs candidatxs.

    Lo que usted no comprende, Sra. Hotton, es que hay personas que no nos identificamos con el género asignado al nacer: yo no soy un hombre que decidió ser mujer porque tener pene no te hace hombre así como tener vulva no te hace mujer. Los genitales no nos definen. Y le puedo asegurar una última cosa, Sra. Hotton: soy más mujer que usted porque yo decido serlo.

     fuente : página 12 / Nota de opinon de florencia de la V

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