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martes, 23 abril, 2024
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    Stiglitz respaldó el impuesto mínimo global, aseguró que es una oportunidad para potenciar la equidad

    El premio Nobel consideró que la tasa de al menos el 15 por ciento es un gran paso adelante. “Pero el diablo está en los detalles", agregó.

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    El premio Nobel de economía Joseph Stiglitz publicó una columna de opinión a favor del impuesto mínimo global a las multinacionales. En el portal Project Syndicate aseguró que es necesario reforzar los esfuerzos para evitar que las grandes corporaciones se aprovechen de grises legales y fiscales para eludir el tributo. La apuesta para poder reducir el rol de los paraísos fiscales e imponer un impuesto mínimo a las grandes multinacionales puede considerarse como una gran oportunidad para potenciar la equidad global.

    “Las empresas pueden evitar pagar su parte justa de impuestos al registrar sus ingresos en jurisdicciones de impuestos bajos. En algunos casos, si la ley no les permite pretender que una parte suficiente de sus ingresos se origina en algún paraíso fiscal, han trasladado algunas partes de su negocio a estas jurisdicciones”, aseguró el premio Nobel.

    El ex economista jefe del Banco Mundial consideró que un acuerdo para establecer un impuesto mínimo global de al menos el 15 por ciento es un gran paso adelante. “Pero el diablo está en los detalles. El tipo oficial medio actual es considerablemente más alto. Por tanto, es posible, incluso probable, que el mínimo global se convierta en la tasa máxima”, consideró.

    Agregó que una iniciativa que comenzó como un intento de obligar a las multinacionales a contribuir con su parte justa de impuestos podría generar ingresos adicionales muy limitados, mucho más bajos que los 240 mil millones de dólares pagados anualmente. Y algunas estimaciones sugieren que los países en desarrollo y los mercados emergentes también verían una pequeña fracción de estos ingresos.

    “La prevención de este resultado depende de garantizar una definición amplia y completa de las ganancias corporativas, por ejemplo, una que limite la deducción de los gastos relacionados con los gastos de capital más los intereses y todos los recursos que agregan la empresas para evitar cumplir sus obligaciones. Probablemente sería mejor acordar una contabilidad estándar para que las nuevas técnicas de elusión fiscal no reemplacen a las antiguas”, consideró.

    El economista se mostró muy crítico contra las multinacionales y en una segunda columna de opinión en el mismo portal continuó su crítica mencionando que estas empresas no sólo buscan maximizar ganancias sino que alientan prácticas inmorales en sus operaciones fuera de Estados Unidos. “Los peores abusos cometidos hoy por las corporaciones codiciosas se encuentra la esclavitud infantil. Es posible que los amantes del chocolate de todo el mundo no lo sepan, pero algunos de sus placeres culpables pueden haber sido producidos por niños esclavos”, mencionó.

    Detalló que Nestlé, Cargill y otras compañías de alimentos que enfrentan tales acusaciones han evitado responder en audiencia pública. Como estas empresas o sus subsidiarias tienen su sede en los Estados Unidos, argumentó que no son responsables de las “fechorías cometidas en la lejana África”.

    “Lo hacen sabiendo muy bien que no existe un sistema legal efectivo en los países donde se explota a los niños. Además, incluso si se emitiera un juicio legal contra estas empresas en el extranjero, pagarían poco. Simplemente trasladarían sus operaciones a otra parte, y sería difícil, si no imposible, para un país pequeño y pobre hacer cumplir cualquier sentencia dictada”, indicó el premio Nobel.

    El economista mencionó que junto con Oxfam se presentó un amicus brief a la Corte Suprema norteamericana argumentando que es de interés económico de Estados Unidos responsabilizar a las empresas estadounidenses por conductas ilícitas dondequiera que se cometan. “La responsabilidad social corporativa da sus frutos a largo plazo, tanto para los consumidores como para las empresas, en los países que insisten en ella”, dijo.

    Destacó que “los países y las empresas con buena reputación pueden atraer más capital y mejores trabajadores que los competidores menos éticos, y sus productos atraerán a una generación de consumidores más consciente. Los trabajadores jóvenes son especialmente sensibles a lo que hacen y defienden sus empleadores”.

    Stiglitz no dejó lugar a las dudas respecto de su posición de incrementar las regulaciones contra las grandes corporaciones. “¿Cómo podemos asegurarnos de que las empresas no hagan en el extranjero lo que nunca intentarían hacer en casa? La globalización ha impuesto esta cuestión en la agenda a medida que las empresas occidentales han ampliado su dependencia de países pobres con marcos legales muy limitados. La extraterritorialidad no es el problema. Lo que más importa es que terminemos la carrera hasta el fondo. Estados Unidos debería asegurar al mundo que él y sus empresas defienden la decencia”, precisó.

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