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martes, 23 abril, 2024
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    Víctima dijo que quienes sufrían abusos eran medicados y los trataban “como a locos”

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    Dos de las víctimas que denunciaron al sacerdote Rubén Agustín Rosa Torino declararon ayer en el juicio que se le sigue ante la Sala IV del Tribunal de Juicio de la ciudad de Salta. Los dos confirmaron las denuncias por abusos sexuales que hicieron en su momento contra el cura. También la madre del exnovicio Y.G. detalló los abusos que padeció su hijo de parte de éste y de otro religioso de la Congregación Discípulos de Jesús de San Juan Bautista.

    A los relatos sobre los abusos sexuales que sufrieron les denunciantes,  y otras personas que declararon como testigos en este proceso, se sumó ayer otro dato de las prácticas crueles que alentaba Rosa Torino en su Congregación. La exmonja V.Z. contó que los hacían pasar por “locos” cuando se hablaba de abusos y que muchos integrantes, incluida ella, fueron tratados con medicamentos psiquiátricos recetados por un médico clínico.

    V.Z. y el otro denunciante, J.A., relataron los abusos sexuales cometidos por Rosa Torino, lo señalaron también como cómplice de los abusos que cometían otros miembros de la Congregación, y dieron cuenta de las humillaciones y los tratos denigrantes que padecieron. Además testificó otro joven relatando tres situaciones de abuso sexual sufridas en esa institución religiosa.

    V.Z. era monja con votos perpetuos en la Congregación. Ingresó en 1997. En el 2000 pasó a formar parte del círculo más privado de Rosa Torino, entre quienes se encontraban el cura Josué Salas y la madre superiora María Luz, ésta última está citada a declarar en el juicio.

    La exmonja relató que en el 2000 el cura empezó a incurrir en situaciones abusivas, se apoyaba con sus genitales contra ella, la rozaba, hechos que le provocaban vergüenza y culpa. Dijo que el cura M.A., que dio su testimonio el martes último, fue testigo de esa situación y ella también de lo que Rosa Torino le hacía a él. V.Z. describió a Rosa Torino con un carácter “muy fuerte, es mucho de humillar y maltratar a la gente“.

    La testigo organizaba retiros espirituales, allí escuchó los primeros relatos de abuso sexual de parte de integrantes de la Congregación. “Había hermanos que contaban que se les metían en la cama, los tocaban”. A fines de 2004 expuso esta situación a Rosa Torino, “él se enoja, me pide nombres“, ella no se los dio. Después de confirmar que no había hablado con nadie más sobre esto, el sacerdote le recomendó que a partir de entonces, cualquier caso de “juegos” o temas sexuales lo conversará con él. A la semana la trasladaron a México.

    En el país azteca volvió a organizar retiros espirituales y volvió a escuchar un relato de abuso sexual que había sufrido “un hermano mexicano”. En 2010, todavía en México, “surgió un tocamiento alevoso” de parte de Rosa Torino contra ella. Lxs jueces no le permitieron relatar ese hecho porque se deberá juzgar en la jurisdicción de aquel país.

    V.Z. contó que los abusos le provocaron secuelas emocionales, tenía ataques de llanto y “no soportaba la tela del hábito”. La Congregación la mandó a tratarse con la psicóloga Eleonora Naranjo, que “no le dio importancia” a sus relatos sobre los abusos y le recomendó que tomara medicamentos, incluso la derivó con su cuñado, Fernando Núñez, que era médico clínico, no psiquiatra, y atendía “a muchos hermanos y hermanas”. Este médico le recetó clonazepam y sertralina.

    En 2014, V.Z. viajó a España a visitar a su  hermana y allá sus familiares la ayudaron a dejar la medicación. Cuando regresó confrontó a Rosa Torino: “Él me queda mirando, se levanta, se va”, contó. Luego la trasladó a una casa donde la mantuvo aislada, donde la ubicó otro cura, quien le contó que había más “hermanos y hermanas” aisladxs con medicación psiquiátrica. En esas condiciones, V.Z. escapó de la Congregación; en 2015 hizo la denuncia canónica y en 2016, la denuncia penal.

    Justicia para sanar

    J.A. comenzó pidiendo justicia: “Por mí, para poder sanar, darle un cierre a esto” y por “todos los que fueron abusados por esta persona (Rosa Torino) y que no se animaron a denunciar”.

    El joven ingresó a la Congregación en 2009, cuando tenía 14 años. Luego lo enviaron a Santa Cruz, donde sufrió abusos del cura Nicolás Parma. “Ahí transcurrió toda mi adolescencia hasta 2012. En esos años fui abusado por él en varias ocasiones“. Además, no les dejaban comunicarse con sus familias.

    En 2013 fue trasladado a Salta. Le contó a Rosa Torino sus padecimientos en el sur, y el cura “me pidió que guardara silencio, que perdonara”, dijo que los abusos sexuales “eran una debilidad del hermano”. También le pidió que “no difamara el nombre del sacerdote” ni de la Congregación. Para el denunciante, Rosa Torino encubrió los abusos de Parma “para poder perpetrar los suyos”, lo que en su caso ocurrió en 2013.

    Esto pasó cuando le pidió permiso para ir al médico por un problema dermatológico y el cura lo persuadió para “revisarlo” aduciendo que podía tener “una enfermedad que se llama varicocele”. El testigo explicó que tres años después se dio cuenta de que Rosa Torino había abusado de él porque no era idóneo para revisarlo. Fue una forma, dijo, en que el cura buscó “satisfacer sus deseos sexuales” valiéndose además de que él se encontraba en una situación de vulnerabilidad por los abusos de Parma.

    Las secuelas de los abusos desencadenaron una depresión profunda en el joven y quería irse de Congregación. Como el cura buscaba retenerlo, se escapó, sin plata y sin su documentación.

    J.A. contó que conoce a lxs otrxs denunciantes. El último año convivió en la casa de Puerto Santa Cruz con Y.G., que estaba con su hermano menor, “eran los más violentados en ese momento por parte de Nicolas Parma“, aseguró.

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