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viernes, 26 abril, 2024
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    Femicidios: ¿Qué le pasa a esta GENTE?

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    Por Liliana Viola

    Fue una sesión de fotos demoledora, se lamenta ella. La revista GENTE anuncia que Florencia Peña “le puso el cuerpo” a la visibilización de los femicidios con una impactante producción. En la portada se ve el rostro de la actriz sobre el que se inscriben sin repetir y sin apellido los nombres de las mujeres asesinadas en lo que va del año. Disfrazada de víctima de género, Florencia Peña, con estricto rigor mortis, se toma la cara y se ve que los dedos también están cubiertos de nombres. Explican que la superficie de su cara no daba abasto con tanta muerta. Aquí es cuando la mano que sostiene la calavera se queda suspendida mientras Hamlet pregunta: ¿Qué carajo es poner el cuerpo?

    Como toda respuesta, la producción nos ofrece unas 15 poses de mujer al borde de un ataque de nervios pero sin Almodóvar. Una secuencia que ilustra el último día de la víctima. Un paso a paso que no hace falta describir ya que la narrativa mediática nos ha entrenado para imaginarlo todo con los ojos cerrados. Muy cerrados. Sigue la duda existencial: ¿A quién concientiza la producción? ¿A las mujeres que conocen la violencia en carne propia? ¿A una mayoría de mujeres lectoras de la revista? No hace falta, señores. Este público parece estar al tanto. Las multitudinarias marchas de Ni Una Menos, la masiva movilización por el aborto, la cantidad de denuncias que no paran de registrarse, los lazos de solidaridad entre pares e incluso la respuesta de un Estado que aunque carga con una deuda más pesada que la externa, empieza a dar señales de que entendió que debe hacerse cargo dan cuenta de que la sociedad está en tema.

    Mientras tanto, esa nebulosa de individuos enlistados en la carrera del perfecto femicida, además de una cobertura diaria con el elenco de sus muertas, hoy le suma una producción de fotos y una actriz conocida que le pone el cuerpo a su obra.

    LA MUERTE LE SIENTA BIEN

    Llama la atención el bajo costo de la producción. La supuesta campaña de concientización resulta ser una fotonovela clase C. ¿Será que el problema de la violencia doméstica se arregla sin recursos? Un colchón viejito, rotito y sin sábanas, Florencia en remerita blanca que va y viene de la cama al piso, pelito atado, maquillaje que simula cero maquillaje, llorona y transpirada de tanto llorar, exhausta, lista para morir. La secuencia de primeros planos compungidos, incluye otro personaje que aparece fuera de foco. El hombre está allí pero no es lo que importa. Parecería que la mujer se está angustiando tanto porque quiere. No se maquillaron golpes ni se ve violencia. Sin embargo, la mujer no para de sufrir y de tirarse de los pelos. Entre comillas la actriz nos transmite mensajes contradictorios: “La denuncia produce en el hombre más odio, más rencor e intenciones de venganza. Hay que cuidar a la mujer desde el momento en que sale del círculo de violencia”. Entre el Estado y el hombre malo, la mujer no tiene salida.

    Así es como la serie culmina con Florencia adentro de una bolsa plástica. No es la bolsa de residuos donde Mangeri decidió descartar a la niña Angeles Rawson ni tampoco las que los autoproclamados republicanos y jóvenes colgaron esta semana en la casa rosada con el nombre de Estela de Carlotto, entre otras. Es una bolsa transparente, estilo féretro de Blancanieves, que permite ver a la actriz durmiente. Por si falta algún otros clisé de victimización, se incluyó en la bolsita un cartel de “Frágil” más propio de un producto de consumo que de una morgue. Las mujeres no son asesinadas porque son frágiles, son asesinadas por una fuerza que aunque parezca que sí, no reside por completo en los músculos del que pega la trompada. ¿No conseguiría más lectoras y lectores si la revista se propusiera encarar esa monstruosa complejidad? Dato bizarro: en una de las imágenes donde se la puede ver sufriente pero viva, tiene los dedos maquillados amoratados que corresponden a la última foto… Fallido en la edición que viene a reforzar el presupuesto de la muerte como destino. Pornografía del dolor, que lejos de proponer una mirada ética hacia las víctimas, reproduce una ficción donde los hombres, siempre en segundo plano son catalogados como naturalmente agresivos, mientras las mujeres son presentadas como sujetos para el cachetazo.

    Florencia Peña cuenta en la larga entrevista que acompaña a las fotos que en un momento pidió que apagaran el aire y que le pusieran música. Aquí es cuando la calavera existencial se cae al piso mientras escupe una pregunta más. ¿Que música sonará de fondo cuando un hombre mata a una mujer?

    LA GENEROSIDAD DEL USURERO

    Pero la verdadera pregunta detrás de una producción como esta no es en absoluto cómo contribuir a la reflexión sobre el lugar de los medios ante la inercia machista. Nada sobre cómo interrumpir el entumecimiento emocional, cómo generar empatía y acciones concretas. Lo que importa de verdad es cómo seguir siendo GENTE sin los personajes del año y con un verano que no estalla. Este tipo de gloriosas revistas que hace años quedaron relegadas al ojeo en las peluquerías, han perdido todo su interés general. La última vez que la revista Caras logró cierta atención fue cuando, pretendiendo renovarse con el tema de los “cuerpos no hegemónicos” terminaron tildando de gorda a la princesa de Holanda.

    GENTE está en problemas y la violencia de género viene en su ayuda. En mayo de este año mientras su director, Sebastián Soldano, aseguraba que la revista estaba “más viva que nunca”, se suspendía la salida en papel con la coartada de la pandemia y se hacía público el reclamo de 45 personas que quedaban fuera de la redacción. No es una interpretación, el flamante CEO del Grupo Atlántida, Paco Mármol, convocado para la transformación de la compañía dijo directamente que “una clave cuando pensamos la estrategia para los próximos años es “el compromiso” porque las nuevas generaciones tienen un compromiso muy fuerte con temáticas como la salud, la conciencia social o el medio ambiente…” El compromiso de la revista que incluye online como Tendencia y en la misa línea: Vuelta clases, Ni una más y Master Chef es parte de la cadena de violencia que dice combatir. Oculto bajo un gesto de generosidad y compromiso, el despliegue fotográfico en busca de “épater al twittero”es un ejercicio de dominio soft, eso que Bourdieu describe como violencia simbólica en contraste con la violencia abierta del usurero o del golpeador.

    GENTE COLGADA DE LAS TETAS

    Ahora, tratar de imponer como campaña el lema “Ni una más” es más tonto que vil. ¿De verdad los cráneos de GENTE habrán pensado que al levantar el grito de “Ni una menos” no estaba en la conciencia de todas la sombra amenazante del “ni una más” tanto más fácil, más directo, y funcional a la idea de mujer como víctima y como cifra? “Ni una menos” no es una expresión que presupone que con decirla se termina la violencia. Es una declaración deliberada de un colectivo que no quiere que le falte una. La lucha consiste también decir “Ni una menos” y sostenerlo. Asumir que cada vez que aparece la noticia de un femicidio nuestra bandera parece burlada, casi impotente, casi imposible. Pero que no la vamos a soltar. El juego de palabras de la  no es ingenioso ni es una vuelta de tuerca, es simplemente un retroceso hacia el lugar desde donde “Ni una menos” se levanta, altiva y colectiva, por fuera de las bolsas de residuos, transparentes, maquilladas o con el olor a podrido de la realidad.

    Fuente :https://www.pagina12.com.ar/

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