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martes, 14 mayo, 2024
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    Transformar una vida de violencias en proyectos que acompañan a otras mujeres campesinas

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    María Carolina Rodríguez, referente nacional en temáticas de género de la Unión de Trabajadores de la Tierra, relata en diálogo con Télam su historia de reconstrucción, proceso en el que creó una casa refugio para mujeres en situación de violencia.

    María Carolina vive con sus 6 hijos en la zona hortícola de Colonia Urquiza (La Plata), donde cultiva verduras de hoja. Foto: Eva Cabrera.

    María Carolina vive con sus 6 hijos en la zona hortícola de Colonia Urquiza (La Plata), donde cultiva verduras de hoja. Foto: Eva Cabrera.

    María Carolina Rodríguez, referente de la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT) La Plata, sufrió todas las violencias, pero hoy comparte que “se puede salir” y relata su historia de reconstrucción, proceso en el que creó una casa refugio para mujeres campesinas en situación de violencia.

    Ella, una referente nacional en temáticas de género de la UTT, donde dicta talleres para mujeres, reconstruye su recorrido en esta entrevista con Télam.

    “¿Quién te va a querer a vos?, si sos fea, gorda, si sos una perra que tenés un montón de hijos, tu única opción soy yo”, le solía decir una de sus parejas a Carolina (41), quien además debió luchar con el prejuicio social de la zona rural, ya que “si una se separaba decían que era porque era una puta, que tenía otro macho y nadie te ayudaba”, relató.

    Caro”, como le llaman sus compañeras de la UTT, estuvo signada por las violencias.

    Su madre murió cuando ella era una bebé y su padre se fue con la promesa de volver, pero recién se volvieron a ver cuando ella ya era una adulta. Quedó a cargo de sus abuelos y en ese contexto, a los 14 años fue abusada sexualmente por un tío.

    “Mi tío me levantaba a las 5 de la mañana para que lavara las sábanas y me decía que si en 5 minutos no estaban secas me cagaba a palos. Aún hoy, si alguien me dice ‘5 minutos´ me acuerdo de eso. Me pegaba, me dejaba los ojos verdes y me quebró la nariz con la hebilla del cinto. Mi abuela me veía ensangrentada y me decía ‘¿qué hiciste para que tu tío te pegara así?‘”, recordó ese dolor con voz calma.

    La Carolina de 14 años le decía a la abuela “de noche alguien me toca”, pero la mujer no le creía. “Deben ser tus sueños”, le respondía.

    Era el tío golpeador, quien finalmente la violó.

    También se lo contó a su abuela, pero no le creyó, así que decidió huir de la casa.

    “Por escapar de esos golpes y abusos, terminé a los 15 años teniendo un hijo de mi primer novio”, contó y explicó que al quedar sola con su niño, decidió viajar a La Plata, donde conoció a un hombre mayor que ella, “con el que me junté y fui floricultora del cordón frutihortícola de La Plata”.

    El hombre cumplió con todo el circuito de los violentos machistas: alejó a Carolina de familiares y amigos, y llegó a manipularla y dominarla con sólo mirarla.

    Y la Carolina de 17 años y ojos renegridos se encontró “pariendo un hijo todos los años”.

    Recordó que cuando fue a parir gemelos lo hizo “sola, el hombre ni se enteró. En el hospital no me querían atender, anduve por varias guardias, decían que todavía faltaba, hasta que una mujer policía que estaba en un hospital reclamó que me atendieran, que ya estaba por dar a luz.Tuve un nene y una nena”.

    El niño estuvo en terapia varios días con sus pulmones afectados y el padre de sus hijos tampoco se presentó en el hospital.
    Mientras ella estaba internada con el bebe “el padre estaba jugando al fútbol y de noche si no quería sexo me decía que era porque tenía otro macho en el hospital”.

    “Nunca había podido decidir lo que quería para mi, siempre tenía que acceder a tener sexo para que el chabón no pensara mal; aguantar, porque no te sentís capaz de salir adelante”, reflexionó esta mujer que un día dijo “basta” y decidió separarse.

    A partir de entonces, Carolina debió además lidiar con la mirada acusatoria de sus vecinos y vecinas que le decían que se había separó porque era una “puta”. Porque se había ido con un “macho”.

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