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sábado, 18 mayo, 2024
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    Las madres son las más afectadas por la pandemia y los hogares monomarentales están en emergencia

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    En estas familias la pobreza alcanzó al 59% de los hogares y al 68,3% de los niños, niñas y adolescentes, según un informe de Unicef y el Ministerio de Economía. La participación de las mujeres en el mercado laboral retrocedió a cifras de dos décadas atrás. El FMI dice que es prioritario ayudar a las madres a conseguir trabajo, que tengan internet y acceso al crédito y se invierta en infraestructura para guarderías y escuelas

    ¿Qué comemos hoy?

    Si hay una madre en la casa tiene que contestar la pregunta, conseguir la plata para comprar comida, hacer la cena o dar la cara y mirar los ojos cuando no tiene comida para servir a la mesa o respuestas para responder. Si hay un padre que está borrado o vive en otro lugar la responsabilidad se diluye. La responsabilidad de las madres no se puede borrar. Las madres que viven solas con sus hijos e hijas ponen el cuerpo y paran la olla son las más afectadas por las consecuencias económicas de la pandemia.

    Las madres son las que están, las que no pueden volverse invisibles a la hora de cenar o desayunar, las que ponen el cuerpo y la presencia, las que se levantan de noche y no pueden decir que no pueden (o deberían poder). Pero no tienen que ser heroínas. Ni las únicas que sostienen a sus hijos e hijas mientras se quedan más solas, sino ser sostenidas socialmente para que puedan trabajar y sostener a sus familias.

    Si la realidad no era fácil, ahora es mucho más difícil. Las mujeres a cargo de hogares monomarentales tienen que poner todo y se llevan la peor parte del efecto del COVID-19. En algunos casos porque están separadas pero el papá dice que no tiene plata para pagar una cuota alimentaria, le argumenta que para llevarse bien ella no le tiene que exigir dinero, dejo la cuota estancada en un valor sin remarcaciones de precio ni inflación, alega que si ella necesita más plata para comida que se lo de a él más días (porque sabe que ella no lo quiere dejar de ver) o presenta pruebas que no tiene trabajo.

    Los artilugios son muchos, pero si las mujeres no viven con un cónyugue el peso económico recae sobre ellas y las dificultades en el mercado laboral les quitan posibilidades económicas. Las consecuencias de las injusticias de género en las parejas y el trabajo no recaen solo sobre ellas, sino que termina perjudicando a sus hijos e hijas a los que les falta comida, abrigo e internet.

    Muchas veces los padres dicen que hacen lo que pueden. El problema es todo lo que las madres no pueden pero tienen que hacer igual, con menos poder para negociar en los empleos mejoras salariales o menos facilidades para salir a buscar trabajo e independencia para moverse sin tener que pensar con quién se quedan sus hijos e hijas, en un país que puso en el centro de la disputa política, mediática y judicial la apertura o el cierre de las escuelas sin condiciones de estabilidad y seguridad para que las malabaristas de los cuidados puedan saber por donde atajar el equilibrio entre maternidad y trabajo.

    Las injusticias de género laten en las casas si las parejas viven juntas, pero mucho más cuando las mujeres viven solas con sus hijos y todo lo que el padre no quiere, no puede, no ve, no admite o tiene la posibilidad de hacer ella tiene que hacer magia para que sí aparezca o, si no hay varita que logre, solucionarlo. Lo padecen los chicos y chicas, que ven menos comida en su plato o menos lápices en sus cartucheras.

    La pandemia no solo trajo muertes, grietas, fallos y peleas, sino que sobrecargó la mochila en las madres que cuidan y, mucho más, en las madres que cuidan solas. Las desigualdades de género y el desamparo se traducen en necesidades: 6 de cada 10 hogares monomarentales son pobres.

    En Argentina, por efecto de la pandemia, el 57% de los pibes argentinos viven bajo la línea de la pobreza. El Coronavirus no llegó solo. El año pasado el 53% de los chicos y chicas estaba bajo la línea de la pobreza. La desigualdad social aumentó.

    Pero además del cierre de persianas y la crisis del aislamiento también el machismo perjudica especialmente a las mujeres (por las dificultades para conseguir trabajo, los obstáculos para ir a buscar empleo, la falta de conexión para hacer oficios virtuales, etc). Pero las diferencias de género perjudican también a sus hijos e hijas.

    Los chicos y chicas que viven en una casa en donde la única que paga las cuentas es la mamá la pobreza recrudece y afecta al 68,3% de niñas, niños y adolescentes, según datos de Unicef en base a Encuesta Permanente de Hogares del Indec.

    En el 2018 la pobreza en hogares con una sola persona a cargo mujer era del 52,1%. Sin una pandemia en el medio la cifra aumentó al 64,5% del 2018 al 2019. Pero ya con la necesidad de cuidarse, no salir y el virus acechando la actividad económica, la pandemia sobre las madres aumentó la falta de ingresos para arañar la canasta básica al 68,3%.

    “La crisis generada por la pandemia de COVID-19 reforzó las desigualdades económicas preexistentes y tuvo un impacto asimétrico sobre los/as trabajadores/as informales, especialmente las mujeres y los/as jóvenes, que perdieron empleos e ingresos”, destaca un documento elaborado por el gobierno a partir del lema “Primero las últimas”.

    “Esta situación se agudizó en los hogares monomarentales con niñas, niños y adolescentes (NNyA), donde sobre las mujeres también pesa el incremento de las tareas domésticas y de cuidados”, destaca el informe “Desafíos de las políticas públicas frente a la crisis de los cuidados. El impacto de la pandemia en hogares con niñas, niños y adolescentes a cargo de mujeres”.

    El informe fue presentado, el 5 de mayo, por el Ministerio de Economía, a cargo de Martín Guzmán, la Dirección Nacional de Economía, Igualdad y Género, a cargo de Mercedes D’Alessandro y Unicef, sobre la base de una investigación realizada por Roxana Maurizio y Mora Straschnoy.

    El documento fue realizado en el contexto del Programa Interagencial “Primera Infancia y Sistema Integral de Cuidados”, del Fondo Conjunto para los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas. Y concluye: “Los hogares con niños, niñas y adolcescentes a cargo de una mujer (monomarentales) han sido los más afectados por la doble crisis: la económica y la crisis de los cuidados”.

    El estudio que realizamos con Unicef pone el foco en los hogares a cargo de una sola persona que tienen niños, niñas y adolescentes a cargo. En 8 de cada 10 de estos hogares la persona a cargo es una mujer y hay mayor incidencia de pobreza”, señala D´Alessandro, que fue indicada como una de las 100 líderes emergentes del mundo por la revista Time y autora del libro Economía Feminista, a Infobae.

    En el informe se sostiene que sin las políticas para contener la crisis la realidad actual podría ser peor. Es difícil vislumbrar la presencia del Estado cuando no se avanza en generar mejores condiciones (se meten goles en la igualdad social), sino cuando se atajan penales para frenar que las condiciones de vida sean aún peores que las que ya son malas. Pero, de todos modos, es importante que las políticas públicas amortigüen el peso de la crisis mundial sobre las personas más vulnerables.

    “El aumento de los niveles de pobreza fue amortiguado por diversas medidas de protección de ingresos que tomó el Estado para cubrir a los hogares más vulnerables: pagos extra de Asignación Universal por Hijo (AUH), la Tarjeta Alimentar y bonos para jubilados y jubiladas que reciben los haberes mínimos, entre las más importantes. Además, se creó el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) que alcanzó a 8,9 millones de personas y permitió sostener ingresos en muchos hogares”, se reivindica en el informe “Desafíos de las políticas públicas frente a la crisis de los cuidados”.

    Hay poco para festejar y mucho por reforzar. Pero, aun así, el Estado informa que “el esfuerzo fiscal del paquete de asistencia y contención ante la pandemia equivale al 6,6% del PBI”. También se argumenta que el 68% de las transferencias de parte del Estado (refuerzos de AUH y AUE, bono a jubilados y jubiladas, Alimentar e IFE) que se realizaron en el marco de la Emergencia Sanitaria COVID19 se dirigieron al 50% de la población de menores ingresos.

    El IFE fue una herramienta efectiva para contener la pobreza, la indigencia y evitar que se amplíen las brechas de desigualdad, según un estudio del Ministerio de Economía, del Ministerio de Desarrollo Productivo y del Ministerio de Trabajo, Empleo y seguridad social, de mayo 2020,

    Sin la Asignación Universal por Hijo (AUH), Asignación Universal por Embarazo (AUE), Alimentar, bono a jubilados/as e IFE la pobreza habría crecido entre 6 y 8 puntos más. ¿No sería necesario, ahora, con estas cifras, continuar con el IFE para las mujeres que sostienen hogares monomarentales?

    A las mujeres les llevó muchos años poder salir del hogar para encontrar trabajo. Pero en el punto más fuerte del confinamiento -la Fase 1- se generó un retroceso, de golpe, de lo que había llevado 20 años avanzar. La tasa de participación de las mujeres cayó 8,2 puntos porcentuales y quedó en cifras equivalentes al de dos décadas atrás cuando la independencia femenina era menor que la actual en términos sociales y culturales.

    El coronavirus nos dejo casi a la vuelta del siglo. Más de un millón de mujeres dejaron de tener una actividad económica. Pero el retroceso al hogar no es para entrar a la cocina a pensar qué se cocina, ni a ver recetas de Masterchef, sino a no tener nadie que pague la comida y muchas bocas para alimentar entre quienes peor la pasan: las que tienen hijos e hijas, pero no tienen marido ni pareja.

    El problema es que cuando la economía se abre, se llenan las rutas de turistas, se colman las mesas de los restaurantes o hay fila en las concesionarias de autos, pero a recuperación es mucho más lenta para las mujeres con mayor carga, menos libertad y más demandas: las mamisolas.

    “La recuperación de las mujeres es más lenta. Aquellas que están a cargo de hogares con niños, niñas y adolescentes son quienes enfrentan los mayores obstáculos para reincorporarse a la vida laboral y mantener sus puestos o buscar un nuevo empleo”, señala la investigación.

    Para las madres solas, sueltas y solteras, la caída de la actividad fue de 14 puntos porcentuales. “Quienes enfrentan las mayores cargas de cuidados son las que se vieron más afectadas por la crisis”, destaca el informe del Ministerio de Economía y UNICEF.

    El documento resalta que se puso énfasis en apoyar a las trabajadoras informales con hijas e hijos. Pero, si bien el Ingreso Federal de Emergencia remarcó que los primero son los últimos y las últimas son las primeras de los postergados, ahora las cuentas en rojo se pelean con la necesidad de muchas mujeres de seguir recibiendo apoyo.

    El índice de desocupación para las mujeres paso de 9,5% a 13,1%. Por eso, es importante fomentar la ocupación de las mujeres y que los horarios, los modos laborales (la virtualidad para trabajar y el acompañamiento a las madres que trabajan) no hagan que las madres sin ayuda sean las que más pierden, sino las que más oportunidades obtengan.

    Los hogares monomarentales son los que más sufrieron el impacto de la crisis económica y laboral producida por las restricciones sanitarias generadas por la pandemia.

    En medio del tironeo político y judicial sobre la presencialidad o no de las clases es importante que se cuide a las chicas y chicos. Y que se cuide a las madres para que puedan cuidar a los chicos y a las chicas. No puede exponerse al pozo de la grieta, al riesgo sanitario o a las disputas por otras causas, a quienes necesitan salir a buscar trabajo o conseguir dinero para tener un plato de comida a la hora de la cena.

    El cuidado que recae por sobre todo en las madres no puede ser usado como excusa para abrir las escuelas en COVID, pero olvidado a la hora de ampliar el horario escolar para ayudar a las madres que trabajan o invertir en infraestructura para que las aulas estén ventiladas, entre otras cosas. Ni olvidado cuando se decide cerrar los colegios sin medir el impacto en las mujeres y la necesidad de contrapesos para que puedan sostener el cuidado sanitario sin colapsar en el ya desequilibrado mundo familiar y laboral que ahora es todo home office all inclusive.

    ¿Quién puede trabajar y ayudar a los chicos en zoom o buscar trabajo y/o faltar porque la burbuja dejó de funcionar por un contacto estrecho? ¿Cómo se ayuda a las que no pueden? ¿Cómo se sostiene a las que sostienen que las terapias intensivas no se desborden y que haya camas para internar pero también para dormir sin dejar de pensar cómo pagar las cuentas mañana y hacer los deberes mientras los jefes piden rendir como si los chicos no estuvieran bajo el mismo techo en el que se trabaja?

    En una pandemia las escuelas pueden cerrar por el riesgo sanitario y pueden permanecer abiertas porque se priorice la educación a otras actividades económicas o sociales. Pero las madres no son títeres que pueden llevar y traer como si no tuvieran, también, que conseguir dinero para comer y pagar el alquiler. Hay que pensar con más cuidado como hacen para cuidar las que cuidan, incluso, si las medidas son para cuidarlas a ellas y sus hijos.

    En estos días en que un domingo a la noche se le decía a una niña denominada Juana que se ponga la mochila, en Tik Tok, por parte del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y que el gobierno nacional decía a la mañana que había que salir para ir a la escuela y a trabajar y a la noche anunciaba el cierre de escuelas, queda claro que, más allá, de cerrar o abrir las escuelas, en base a la emergencia sanitaria, la clase política puede cuidar mucho más, con mejor gestión y diálogo a las que cuidan.

    La Doctora en Economía Mercedes D´Alessandro subraya: “La pandemia amplificó muchas formas de desigualdad y si lo miramos con los lentes de género vemos que las brechas se amplían más. En gran parte es porque entramos a la pandemia con una crisis de cuidados y en pandemia empeoró”.

    La Argentina no tenía un plan nacional de cuidados y, si bien, se pensaba generar una ley en el 2021 la deuda histórica estalló frente a una pandemia en donde se estudia, se come y se duerme bajo el mismo techo y, muchas veces, con madres que son las que pagan las cuentas, cocinan, enseñan y (si pueden) descansan.

    Fuente : Infobae

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