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martes, 7 mayo, 2024
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    Ataques coordinados en redes a feministas: cómo operan los trolls y cómo defenderse

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    Los feminismos y las feministas vienen disputando terreno -o directamente poder para cambiar las cosas- en todos los ámbitos y las redes han sido un espacio privilegiado para desnaturalizar estructuras de desigualdad y explotación que están basadas en razones de género. Y es por eso que ejércitos de trolls comandados por figuras más públicas y abiertamente de derecha retrógrada se dedican a atacar a las voces fuertes con estrategias bien machistas: burlándose de su apariencia, juzgando su sexualidad, inventando noticias. No son debates ni intercambios de opiniones, es violencia y ha obligado a muchas a irse de las redes.

    ¿Qué pasaría si periodistas varones de altísimo perfil o referentes políticos de primera línea, cada vez que tuitearan algo, recibieran una catarata sistemática de amenazas sexuales, ataques virulentos y comentarios agresivos sobre su físico, como estrategia para acallarlos?

    Esto que nos parece escandaloso es el pan de cada día de mujeres, lesbianas y travestis influyentes en las redes sociales que ocupan lugares de alta exposición y liderazgo, en en espacios políticos progresistas y feministas. Organizados para atacar, los grupos reaccionarios anti derechos que, en muchos casos, también responden a personajes neoliberales en acenso, asedian a las mujeres que consideran incómodas.

    Su objetivo final es claro: impedir el avance de las voces feministas en el debate público desviando el eje de la discusión, usando como arma insultos misóginos que buscan estigmatizar, desacreditar e infantilizar y producen angustia. De esta forma producen angustia, miedo y autocensura, además de la sensación en algunos casos de haber sido manoseadas, al ver que su información personal es sacada de contexto de forma maliciosa y usada en su contra. ¿Cómo el debate público se está erosionando con el borramiento de aquellas que prefieren no exponerse ante este tipo de “escraches”? ¿Qué contrarrelatos pueden proponer los feminismos para seguir disputando terreno en la arena del espacio digital convertido en campo minado? Y sobre todo, ¿cómo podemos hacerlo en un contexto postpandémico, que puso en jaque nuestros lugares de encuentro?

    Cómo actúan los trolls
    Los ataques machistas ejecutados por hombres poderosos no son algo nuevo; hay un inmenso historial de esta dinámica reactiva hacia las primeras que se atrevieron a ampliar su autonomía frente a una matriz patriarcal. Desde la caza de brujas, donde ellas eran dibujadas como ancianas monstruosas aliadas de lo espeluznante, hasta los afiches que caricaturizaban a las sufragistas con todas las características de la fealdad: viejas, gordas y estridentes. Cada vez que un grupo de mujeres quiere ampliar sus derechos, disputar poder o cambiar sus condiciones de vida, un movimiento de varones que siente que sus privilegios están en juego echa a rodar acciones para hostigarlas. Pero no lo hacen refutando sus ideas: la corporación masculina reserva este diálogo solo a sus pares. A ellas (a nosotras) nos tocan muchas veces los ataques que apuntan a los valores que la sociedad privilegia en las mujeres: la belleza y la “pureza”, sobre todo cuando nos acusan de “trolas”.

    Hoy en día, cuando los feminismos marcan agenda y tuercen leyes a nuestro favor, las redes sociales amplifican nuestras voces, pero también las de los militantes antiderechos en un contexto de avanzada neoliberal. Y es en las redes sociales, -donde se gesta gran parte de la opinión pública-, donde esta disputa más se caldea.

    Ejércitos de trolls anónimos con avatares sin nombre ni cara y cuentas recientes, más otros perfiles que sí parecen de personas un poco más identificables, se nuclean y organizan para orquestar ataques machistas, agraviantes, misóginos y amenazantes hacia feministas, sobre todo hacia aquellas de mayor visibilidad.

    Para hacerlo, utilizan distintas tácticas y herramientas, que van desde la creación de memes e imágenes donde la mujer elegida como destinataria aparece golpeada, hasta amenazas sexuales y de daños físicos a ella o a sus personas cercanas. También operan exponiendo datos personales para que el ataque se amplifique por otros canales, difundiendo fotos de sus cuentas con el objetivo de sucitar burlas y agravios con respecto al físico del blanco elegido; viralizando fake news desprestigiantes o editando videos donde todos estos ¿lenguajes? se combinan.

    Estos embates, sin embargo, no solo ocurren en el plano digital: hoy en día varones ultra misóginos y de derecha que ocupan espacios de poder, como Fernando Iglesias y Javier Milei, también llevan adelante agresiones de estas características en la presencialidad, generando que sus seguidores, en las redes sociales, les sigan el juego con mayor virulencia, por la salvaguarda que genera tener una pantalla de por medio. A su vez, los medios masivos de comunicación, que se benefician llevando la agenda hacia el discurso neoliberal y montando escándalos con la lógica del chisme y la pelea en el barro legitiman a estos personajes dándoles más espacio de aire.

     

    ¿La violencia en redes es violencia?

    Luciana Peker reflexiona sobre la importancia de que “el estado y el gobierno apoye a las periodistas feministas”. “Hay que denunciar cuando las amenazas son series, y creo que dentro del Ministerio de Mujeres tendría que haber un lugar donde se investigue qué pasa en las redes, porque esto no es un troleo inocuo. Que las instituciones que se preocupan por la libertad de expresión entiendan que la libertas de expresión está puesta en jaque contra las mujeres y diversidades sexuales”.

    A su vez, considera que tenemos que estar “más unidas y con menos internas”, los debates feministas tienen que ser hacia adentro de nuestros espacios y no en las redes: “Hoy son un lugar tomado por quienes quieren atacarnos y hay que re conversar sobre qué es lo que discute en la virtualidad. Yo buscaría más apoyo entre nosotras y generar otros lugares de debate, donde no quedemos expuestas a más violencia”. En ese sentido, “para que podamos seguir avanzando hay que tener muy claro cuál es la situación”: “Creo que nos tenemos que leer más entre nosotras”, propone.

    “Con todo el valor que tiene la horizontalidad en el feminismo, que para mí es indeclinable, hay que poder bancar a ciertas mujeres, especialmente periodistas que ocupan un lugar público, porque sino finalmente la demanda de que haya más columnistas mujeres en los medios se los están apropiando las mujeres de la derecha, que no tienen problemas en subirse al banquito que nosotras creamos para hacer retroceder derechos. Y esto tiene que ver con una avanzada de derecha, que tiene al feminismo como su gran enemigo”.

     

    Silvia Molina, por otro lado, señala que ahora podría ser difícil que los feminismos logren estrategias colectivas orgánicas, sobre todo tras la pandemia, que eliminó muchos de nuestros puntos de encuentro y nos dejó separas y, en un punto “desacuerpadas”, pero cree que todas “sabemos más o menos hacia donde vamos y nos podemos ir apoyando mutuamente”. “Hay una especie de sustrato que quizás es necesario que se expanda un poco más, pero la idea es apoyarnos mutuamente”, sugiere. Para ella, también es interesante lo que ocurre cuando más varones en los medios están dando espacio para tratar estos temas. “Estar solas no funciona. Hay que hacernos eco, viendo hacia donde vamos, ir haciendo resonar distintas voces, saber quiénes son nuestras aliadas y, desde ahí, ir expandiéndonos”.

    Fuente :Pagina 12

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