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lunes, 29 abril, 2024
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    Crecen los hogares monomarentales y con ellos las maternidades súper exigidas

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    Ei este domingo la figura arquetípica de la madre se pone en foco, un plano detalle contribuirá a dimensionar el ejercicio concreto y actual de las maternidades: por el aumento de las separaciones, porque deciden no sostener situaciones de violencia bajo un mismo techo, porque los progenitores se deslindan de sus obligaciones económicas y afectivas, cada vez más mujeres deben garantizar exclusivamente o en gran medida la crianza de sus hijos.

    Sin embargo faltan políticas públicas acordes a las circunstancias y sanciones a los incumplidores, destacan ellas, al tiempo que comienzan a reconocerse en nuevas grupalidades y denominaciones, como por ejemplo hogares o familias monomarentales.

    Aquí en Rosario se encontraron en las redes sociales y en lo peor de la pandemia se tramaron aun a la distancia. Descubrieron que ya sean trabajadoras, jóvenes, profesionales, desempleadas, con uno o varios hijos, las violencias y la impunidad se repiten.

    Por eso reclaman nuevas leyes así como un Estado y una comunidad que las acompañe, las defienda y deje de mirar a un costado, sobre todo porque en el centro están las nuevas generaciones, sus hijos, cuyos derechos resultan vulnerados. Así lo resumen desde el dolor y la bronca, también con la esperanza de visibilizar y reparar sus problemáticas.

    Ornelia Montanaro tiene 36 años y una hija de seis. Vecina del barrio Saladillo, trabaja como secretaria en un taller de chapería y pintura. Cuenta que en el grupo de Facebook orientado a cuestiones de crianza Mujeres en Tribu, con más de seis mil integrantes, empezaron a repetirse los relatos de mujeres que crían solas ante la sustracción voluntaria de los progenitores de sus responsabilidades.

    Se reunieron entonces en un grupo de WhatsApp llamado “Basta”, donde están permanentemente conectadas y comparten datos clave, como medidas de asistencia o abogados con perspectiva de género, y en una comunidad de Facebook a la que bautizaron Hogares Monomarentales Rosario Mujeres en Lucha. Se contactaron además con la psicóloga Paola Urquizo, de Familiares Monomarentales Argentina, que está en Buenos Aires y es una referente en la temática.

    “Intercambiamos experiencias y nos desahogamos, ya que uno de nuestros grandes problemas es el maltrato psicológico; en mi caso tengo obra social pero a otras compañeras se les complica acceder a una atención en salud mental. No hay dispositivo para abarcar la situación en la que estamos, de desborde”, explica Ornelia. “De injusticia, de aprovechamiento, de abuso”, suma Fernanda Agostino, integrante de la nueva tribu que problematiza la maternidad híper-exigida por deslinde de la obligación parental. “No tenemos filiación partidaria, somos simplemente mujeres que a pesar de que nuestros hijos tienen mamá y papá criamos solas”, aclara esta docente y artesana de 41 años.

    No obstante del espacio se desprende una voluntad política, transformadora. “Nuestro cuestionamiento es al sistema, sobre todo judicial, que es machista y caduco porque está pensando en otro modelo de familia”, define Fernanda y enumera los conflictos de los hogares monomarentales: madres y niños sin cuota alimentaria, convenios judiciales incumplidos, padres que evitan trabajar en blanco para eludir así los aportes, otros que asumen los aspectos económicos pero desaparecen (esporádicamente o siempre) de la vida de los chicos. Frente a las privaciones materiales y afectivas, ellas sostienen.

    “Muchas mamás deben trabajar todo el día y dejar a sus hijos al cuidado de niñeras o familiares, viven para trabajar de modo de cubrir las necesidades de la familia y eso es desgastante para ellas y para los chicos. La ley no funciona como límite de los adultos incumplidores y nos deja en un estado de desprotección, de vulneración de derechos”, describe Fernanda.

    El desafío para este colectivo de mujeres que tejió una red de contención virtual es avanzar en los reclamos y las propuestas. Sin embargo, “por la propia complejidad del fenómeno no accedemos ni al derecho a organizarnos: no tenemos tiempo”, señala Ornelia. “Somos madres explotadas, luchando por derechos básicos, con progenitores ausentes, violentos, irresponsables, a veces sin ayuda familiar, contra la justicia en el caso de quienes han recurrido a Tribunales, porque allí se resuelve poco y nada.

    Nos gustaría expresarnos y que alguien les ponga freno a los progenitores descuidados, que resisten sus obligaciones, que no aceptan su rol”, reseña la joven, a cargo de su hija con un sueldo menor a 50 mil pesos, aunque se declara una privilegiada porque tiene familiares que cuidan a la nena mientras trabaja en un empleo registrado.

    “No encontramos políticas concretas para nosotras, ni hablar de quienes decidieron salir de situaciones de violencia y formar hogares monomarentales. Debería haber mínimamente lugares a los que las madres puedan ir con sus hijos, pero no solo en la emergencia, planes de vivienda, un sistema gratuito de abogados especializados en género”, propone Ornelia y cuenta que en otros países los gobiernos asisten a los niños cuyos padres incumplen el pago de la cuota alimentaria, además de sancionarlos. “En cambio acá quedamos a la buena de Dios, te salvan tus familiares o tus amigas, nunca el Estado”, apunta.

    “De superheroínas a zombis”, sintetiza a su turno Fernanda. Y agrega: “A las madres nadie nos pregunta si queremos o podemos, lo tenemos que hacer”. Ornelia arremete: “Ésta es una cuestión política de la que no se habla: venimos de violencias invisibilizadas, sobre todo la simbólica.

    Hay una naturalización de que las mujeres podemos solas con todo y de que tenemos que cuidar sí o sí. Yo en ese marco reivindico positivamente el concepto de mamá luchona porque estamos en una lucha diaria y ése es nuestro orgullo. Que sientan vergüenza los padres abandonadores, nosotras nunca más… ¡si muchas veces nosotras pateamos el tablero y dijimos basta!”. Enseguida advierte: “Quienes pudimos alentamos a otras y también asustamos: la libertad mucha veces asusta por la responsabilidad que implica, por el costo de no seguir el status quo”.

    “Hoy estoy en pareja, volví a formar una familia, hago mucha terapia y tengo asumido que soy madre porque lo elijo”, cuenta Fernanda desde su casa en zona norte. “Soy una persona independiente de toda la situación que sufro aunque me afecta de los pies a la cabeza; lo más importante que tenemos los seres humanos es el poder de elegir y yo decido que esto no me determine, que a mi hija no le falte nada, construir una relación en base a mis valores”, cuenta sobre la situación de incumplimiento que afecta a una de sus tres criaturas y que la impulsó a agruparse no solo para compartir su historia sino para pensar formas de revertir el fenómeno.

    “Siento orgullo de mi maternidad, de haber sobrevivido con entereza, de ver en mi hija una niña feliz a pesar del abandono”, concluye Ornelia. “Es una maternidad compleja y conflictiva pero siento que puedo; desearía que algún día el agobio se termine, que encontremos paz, tranquilidad, descanso, que podamos disfrutar, gozar. Otros años el Día de la Madre yo me rebelaba y me iba, era como que me tomaba franco. Pero este año no, voy a pasarlo con mi hija”, enfatiza. Y sonríe.

    Las cosas por limpiar y el silencio social
    Por estos días los clientes de la plataforma Netflix, o quienes bucean en las secciones de Espectáculos y Cartelera de los medios, se encuentran con alusiones a una serie éxito basada en una historia real.

    Se llama “Las cosas por limpiar” y refiere a una joven madre que deja un hogar violento para criar a su niña mientras se mantiene como trabajadora doméstica. A las mujeres que integran las grupos de familias monomarentales en Rosario les resulta paradojal que tanta gente se conmueva ante la tira cuando a la vez las personas reales que atraviesan esta problemática son a menudo ignoradas, puestas en duda y hasta cuestionadas por no permanecer en el seno de una pareja tradicional, apunta Ornelia Montanaro.

    En ese sentido, Fernanda Agostino agrega que dentro de las comunidades, de las familias, entre los vecinos y los compañeros de trabajo, los incumplimientos parentales que afectan a las mujeres madres y a sus hijos trascienden pero allí donde “todos saben, nadie habla. Es como un tabú”. En ese marco, las titulares de los hogares monomarentales deben seguir cuidando a los niños, trabajar y encima reclamar en Tribunales. “Te destruye ver que no podés hacer valer tu derecho ni el de tu hijo”, sostiene y confía en que la visibilización de la problemática ayude a generar conciencia social y fuerza para cambiar las normativas.

     

     

     

     

    Fuente LaCapital

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