“Mi orientación al principio fue bisexual, después gay y ni siquiera eso podía decir. Ahora, si entran chicos gay en pareja, la institución ya los abraza. Antes, armaban partidos de fútbol y como yo era gay no me llamaban. O hacían un allanamiento y por ser gay tampoco me convocaban. Yo hacía un esfuerzo personal de hacerme más masculino, cambiar la voz, dejarme el bigote, pero aun así no encajaba. Decía: voy a hacer lo que se espera de un varón. Pero me dolía mucho. Me destruía a mí mismo. Salía muy enojado de la guardia. Me enojaba y faltaba sin avisar a la institución. Tampoco encontraba un canal para contar lo que me pasaba. Me quería ir. Hasta el 2020: en pandemia tuve más tiempo para pensar. Me dije, no quiero esto. Soy un oficial transexual que quiere hacer un cambio, que quiere ser una mujer, si la institución no me acompañaba no me importa”, cuenta “Natu”, oficial de la Policía de Seguridad Aeroportuaria que pidió en la fuerza permiso para pintarse las uñas, maquillarse y dejarse el cabello largo sin ser sancionadx.
Su historia impulsó a la PSA a reformar el reglamento de uso de uniformes. La nueva regulación, que se presentó la semana pasada en Paraná, promueve uniformes unisex, no binarios y otros cambios, como la posibilidad de dejarse la barba, mostrar un tatuaje, usar maquillaje o el pelo largo recogido, para cualquier integrante de la fuerza, tanto que tenga identidad masculina o femenina, independientemente de su jerarquía.
La medida “busca prevenir la discriminación y exclusión que conforman situaciones de violencia y agresión a las personas con identidades que no coinciden con el sexo con el que fueron inscriptas al nacer” o que transitan situaciones especiales. Ya el año pasado la PSA había entregado 2000 copas menstruales a todas las mujeres y personas menstruantes que forman parte de la institución y representan el 38 por ciento del personal.
La posibilidad de incorporar la perspectiva de género a nuestras acciones no solo no sirven para morigerar los privilegios que tenemos los varones sobre las mujeres sino también para analizar otras arbitrariedades que tienen que ver más con la forma que con el fondo de la cuestión. Lo que queremos es que nuestros oficiales estén cómodos para llevar adelante su tarea. Y por eso no requerimos que el uniforme de gala de las mujeres incluya sí o sí llevar pollera y tacos. Ahora pueden elegir si prefieren un pantalón, por ejemplo”, describió a Página/12 José Glinski, director nacional de la PSA. “No promovemos ningún tipo de modificación obligada sobre cómo se deben vestir, si no dar opciones de una vestimenta unisex para que puedan desarrollar su tarea”, aclaró Glinski.
La propuesta para reformar el reglamento sobre cómo presentarse en la fuerza se la llevó el Centro Integral de Género de la fuerza, donde “Natu” pudo contar sobre su transición. “Con la sensibilidad que estos temas ameritan pudimos elevar a la Dirección Nacional esta falta de normativa para acompañarle”, explicó Mariana de Caro, psicóloga y coordinadora del área de Género de la PSA.
Cuando empezamos a analizar el reglamento de vestimenta nos dimos cuenta de que además de que no contemplaba este tipo de situaciones, tenía un sinfín de arbitrariedades o cosas fuera de moda, como no permitir barba, bigote o exhibición de tatuajes, algo que efectivamente sucede, uno ve hombres y mujeres tatuados, pero solamente aquellos que son oficiales de mayor jerarquía los podían mostrar. Los de menor jerarquía en general se los tapaban por miedo a la sanción. Otra cuestión ridícula era que las embarazadas o mujeres en situación de lactancia no podían usar el uniforme regular vaya uno a saber por qué, todavía con una mirada prejuiciosa y asociando esas circunstancias más a la enfermedad que a la salud”, agregó Glinski.
Natu tiene 33 años y lleva seis años como oficial de la PSA. Se desempeña en Aeroparque. “La primera vez que esbocé la necesidad de hacer un cambio, toda la guardia se enteró y me empezaron a burlar, me decían cosas muy despectivas. Escuchar eso te hace daño. Me tocó vivir así. Hace poco, un jefe de unidad me dijo que me cambie la ropa porque tenía el mismo uniforme que todos pero con un talle más ajustado. Se lo había comprado a una compañera. Me decía que parecía una calza. Esa fue la gota que rebasó el vaso. Otra vez tener que explicar … Si estoy controlando, haciendo mi trabajo, no cambia si tengo el pantalón chupin o una chomba más ajustada o el pelo largo recogido”, dijo Natu. Poder contar en la fuerza su decisión de transicionar hacia su identidad autopercibida femenina fue un alivio y recibir acompañamiento, un cambio significativo frente a otras situaciones que había vivido con personal jerárquico de la PSA. “Cuando yo cuento mi historia lo último que me imaginé es que alguien en la superioridad iba a tomar mi caso para cambiar el reglamento”, dice, todavía sorprendidx.
Las y los oficiales de esa fuerza de seguridad federal, creada en 2005, no solo podrán elegir el uniforme que se adecúe a su identidad de género autopercibida: desde ahora, podrán usar barba o pelo largo recogido, no tendrán la obligación de ocultar tatuajes (en tanto no sean ofensivos o agresivos), las mujeres no estarán obligadas a usar faldas en su conjunto de gala y aquellas que estén embarazadas o en periodo de lactancia no tendrán que usar ropas distintas del resto.
Líneas generales del nuevo reglamento:
• Deja de basarse en géneros y estereotipos.
• Se centra en la operatividad de la labor policial y el respeto de la identidad autopercibida de las y los integrantes de la fuerza.
• Se prioriza la identidad de cada persona que integra la fuerza.
• Se abandona el sistema de uniformes femenino– masculino.
• Se brinda opciones de uniforme diverso e inclusivo.
• Se rompen estereotipos binarios para ampliar derechos
• Incluye diversidad en los cargos y grados jerárquicos.
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