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lunes, 20 mayo, 2024
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    Jujuy: el machismo silencia a las niñas abusadas en los colegios

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    Los docentes varones no son todos abusadores, es el texto que levantan las pancartas que se difunden por doquier el machismo y es que las historias de abusos que se dieron a conocer en Jujuy han conmocionado a la sociedad, y ya suman más de 5.

    En muchas de estas historias, sino es la mayoría, las autoridades de las instituciones no siguieron los protocolos para los casos de abusos en las escuelas; y les adolescentes, pero sobre todo les niñes quedaron desprotegides, revictimizades ante la mirada incrédula, ¡Cómo pensar! que una persona “conocida desde siempre” por la institución sea capaz de cometer un acto de tal violencia en un colegio y a la vista de todes.

    En la provincia de Jujuy, diariamente se registran al menos una denuncia de abuso sexual en infantes, en un 90% los señalados como abusadores forman parte del circulo intimo de la familia, es decir padres, tíos, hermanos, abuelos, hermanos, la pareja de la madre, el amigo del hermano, docentes, si varones. Porque el abuso sexual a mujeres en cualquiera de sus edades no es un crimen cualquiera. Una violación se trata de un crimen de poder, deshumanización y odio, con una motivación sexual.

    Pero ello tiene muy sin cuidado a una sociedad que vela por las instituciones confesionales, por instituciones que encubren a abusadores de infantes, de manera historia, cultural y estructuralmente sostenida.
    Desde este espacio y en colaboración con el Resumen Semanal Transfeminista Colaborativo, queremos poner en conocimiento la situación actual de una provincia en donde se preservan imágen de los abusadores, y la preocupación esencial pasa por señalar que “no todos los docentes son abusadores de niños”, porque eso llena de “preconceptos” a las familias, que malintencionadamente(?) podrían pensar que su hije sufrió un abuso sexual en el colegio, o quizás simplemente se pretende que les niñes sigan tolerando conductas por parte de un adulte, adulte que debe comprender que la mirada adultocéntrica pone en una situación vulnerable y violenta a un niñe.
    Hace poco más de dos semanas conocíamos la historia del Colegio Santa Teresita, edificio que se encuentra minutos del microcentro de ciudad capital. Este fue el escenario de una sentada pacífica multitudinaria, y es que los, las y les alumnes de la institución no iban a permitir que el docente señalado como “un poco cariñoso”, según las autoridades, siga acosando, abusando y violentando a las niñas. Efectivamente, aquella tarde, los relatos se repetían, no era la primera vez que esto ocurría, ni era la primera vez que el colegio lo encubría.La madre de la pequeña en cuestión horrorizada con la situación y con la fiel creencia en su hija, difundió por cuanto medio pudo el encubrimiento del colegio, las brutales palabras que salieron de los directivos de la institución, y de una letrada que lejos de conocer sobre leyes y derechos, emitió un comunicado dejando entrever que la niña mentía y que la plena confianza en el docente, estaba por sobre cualquier relato que quisiera empañar su imagen, la institución lo conocía bien y esa era suficiente prueba para decir que la niña mentía.

    Estos son los dibujos de la exposición “Els monstres de ca meva”, que se organizó en Palma en el mes de octubre de 2010, acompañada de unas jornadas de expertos sobre maltrato infantil. La muestra está formada por 18 dibujos realizados por niños y adolescentes de entre 5 y 15 años, que en algún momento de su vida han sufrido desprotección.

    Catarsis Colectiva, la sensación de no estar solas es real
    Como ocurre en un sin fin de oportunidades, se produjo un efecto catártico colectivo. Que una víctima se anime a denunciar un abuso sexual, y ver que la sociedad acompaña, y que sobre todo la familia cree fielmente en su relato, despierta la esperanza en otras víctimas, la de lograr justicia. Y es que comenzar el largo y doloroso camino de la recuperación no es fácil, es aprender a vivir con el dolor de comprender que esa realidad ha cambiado y que jamás volverá a ser la misma. Jujuy no fue la excepción, a los días de conocerse la denuncia en el “Santa”, surgiría otro relato estremecedor de una niña de 7 años.

    En el Colegio Bartolina Sisa, ubicado en el Bª° Alto Comedero de la capital jujeña, ya son 5 los docentes que se encuentran siendo investigados por el delito de abuso sexual, conocemos que uno de ellos está imputado y detenido, pero sólo luego de que los medios de comunicación masificaran la historia.

    La tortura por la que una madre debió pasar para que a su pequeñe le crean la llevó, como en muchos casos, a hacer pública su situación en las redes sociales. Ello activó los protocolos, el colegio se sintió presionado socialmente y por oficio la justicia terminó actuando, librando la orden de detención.

    Fallos y fallos

    En la última semana solamente, se difundieron al menos 7 condenas de abusos sexuales en distintas escalas en contra de infancias. Pero ello no es casual, las historias en su mayoría tratan de casos denunciados a partir del 2018, casi 4 años después. Sin dudas el sistema punitivista no contempla la prevención, pero tampoco contempla a las víctimas bajo una perspectiva de género. De estas 7 sentencias, sólo dos se tratan de condenas que superan los 10 años, y una que alcanza los 22 años, por abusos sexuales gravemente ultrajantes por parte del abuelos de dos niñas pequeñas.
    #LasNiñasNoSeTocan #LasNiñasNoSeViolan #LasNiñasNoSeMatan #AlasNiñasSeLesCree #YoSiTeCreo #RompamosTodo 🔥
    Vamos por parte, a ver si logramos encontrar la importancia de la ESI en la historias que hoy conmocionan.

    No, no es la ropa, no es la falda, no es que las pibas, las chicas, las nenas estén “desarrolladitas” y ”el cuerpo les pida”, ni que sean “fáciles”, ni que “sean put@s”, ni que quieran aprobar una materia, ni que pretendan hacer echar a un docente de una institución confesional, ni que finjan un abuso para no tener clases.

    Es necesario comprender que esto se trata de «esa costumbre, la mala costumbre de toquetear a las nenas en el colegio». A la salida, a la entrada, cuando van a comprar, cuando salen de paseo, cuando salen a la calle.

    En serio, de verdad ¿pretendemos responsabilizar a una niñas de 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12, 13, 14, 15 años de haber sido abusada sexualmente en el baño de un colegio?

    ¿De verdad vamos a poner la responsabilidad de mantenerse con vida y vivir sin violencia a una criatura? ¿Qué tipo de adultes somos, que tipo de adultes tuvimos?

    Y, entonces, pasa. Y…en realidad no pasó nada, ¿no? No hubo violación, al fin y al cabo no la mató, está viva que es lo que importa. ¿Y la nena? ¿exageró?, ¿el profe era tan bueno que la niña se confundió? tan bueno, cariñoso. Y entonces, a la nena no le creyó más que la familia.

    Y entonces, ¿Qué se espera que pase la próxima vez? Porque tenemos que poder tener en claro que el nivel de juzgamiento que tiene una pequeña por denunciar un abuso es brutal, pero la inmunidad que esta acción le da al agresor sexual, y de la cual somos responsable cuando no creemos en una niña, le abre la puerta a un a sentirse libre de abusar y explorar, y cada vez avanzar más en su práctica, en su hábito.
    Una próxima vez, con esa impunidad, sabiéndose «lobo entre las ovejas», no solo va a abusar sexualmente, sino que estadísticamente lo más probable es que termine violando. ¿Por qué? Porque ésta violencia, la sexual, ejercida en niñes es el trabajo más fino y dedicado. Se trata de ganarse no sólo la confianza de esa infancia sino también de su entorno. Esta violencia se va dando en escalada y mientras más lejos llegue, mientras más tiempo pueda quedarse con esa infancia a solas, mientras más confianza tenga de su entorno, más tiempo permanecerá esperando el momento adecuado, solitario, para avanzar e ir más lejos. Y ¿Qué pasa si una niña se resiste al abuso? ¿Qué pasa si le dicen que no?
    Les cuento, por ahí es ajena ésta realidad. Una de las principales causas de femicidios como resultado de una violación, es defenderse. Es decir, el abusador, devenido en agresor sexual termina cometiendo un femicidio, matando a quien se resiste a su ataque, porque la violación no es cualquier crimen, es un crimen de poder y odio, que trata de deshumanizar a su víctima. Criminis causa podría considerarse más técnicamente, porque quizás ni siquiera haya pretendido el femicidio, pero asesina para tapar el delito de abuso.
    Mientras más se defienda de una agresión sexual, una mujer está más propensas morir en manos de su agresor.
    Algo fundamental, que no quiero dejar de nombrar es que ninguna persona de un día para el otro se levanta y decide violar o abusar de una nena de 13 años. Hay un proceso interno de reconocimiento, una violencia en escalada, de la que se va aprehendiendo, tomando partes de la realidad y reconociendose en ellas.
    La cultura de la violación es estructural. Todes formamos parte de alguna manera de esa estructura, consciente e inconscientemente, accionando u omitiendo.
    Quienes, por ejemplo, justifican la violencia, la agresión sexual de esta niña por parte de un adulto, adulto que se vale de una figura paternalista y proteccionista como docente, -así como la maestra es vista como una segunda mamá, lo mismo ocurre con los maestros o profesores-, forman parte del engranaje que justifica una agresión sexual, al minimizarla y depositar la culpa sobre la niña de 13 años. Lo cierto es que no hay justificación para un hecho tan aberrante, sea en el contexto que ocurra.
    Lo triste es que el mensaje cala en los más profundos miedos de nuestras infancias, esas que debieran ser libres y no violentadas.
    Si a una niña que pudo decir lo que le ocurrió, se la trata de mentirosa, se duda de su relato, por otro lado, al mismo tiempo, se protege institucionalmente a un adulto que puede valerse por si mismo, es decirles que están solas. Y eso, sin ninguna duda, es mentira. No está solas. Las niñas no se tocan, las niñas no se matan, no se manosean, las niñas no mienten. Las niñas no son madres en un mundo justo

     

    Fuente:https://jujuyesnoticia.com/

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