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domingo, 19 mayo, 2024
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    Trans y Travestis ¿Y la salud de las travestis?

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    En 1975 en la revista “El Caudillo”, órgano de difusión de los sectores de derecha del peronismo,  se publicaba un artículo titulado “Acabar con los homosexuales”  en donde se expresaba que “Tenemos que crear brigadas callejeras que salgan a recorrer los barrios en las ciudades, que den caza a esos sujetos vestidos como mujeres, hablando como mujeres. Cortarles el pelo en la calle o raparlos y dejarlos atados a los árboles con leyendas explicatorias y didácticas”. Lo manifestado en este artículo no era más que la expresión extrema de una percepción generalizada de un amplio sector de la sociedad que consideraba que las personas que escapaban al binario genérico atentaban contra el ideal de la Nación. Ya en 1967, durante el gobierno de Juan Carlos Onganía, se modificó la ley N° 17.132 que reglamenta el ejercicio de la medicina a fin de prohibir la intervención quirúrgica de los genitales y órganos sexuales sin previa autorización judicial. Estas modificaciones sumadas a lo dispuesto por el artículo 89 del Código Penal y el artículo 19 inciso 4° del Código de Ética de la Confederación Médica Argentina fueron utilizadas para denegar durante varias décadas a las travestis y transexuales el acceso a las instituciones sanitarias.

    Este conjunto de disposiciones jurídicas, estatales y manifestaciones públicas de los poderes políticos interfirieron además en la subjetividad de los profesionales médicos, quienes se negaban a atender a las personas transgénero, travestis y transexuales cuando acudían a las consultas formales. En 1983, el periodista Horacio Cecchi realizó para la revista Perfil un curioso reportaje en donde simulaba ser un paciente interesado en “cambiar de sexo” y visitaba los consultorios de algunos especialistas. Tras visitar a un cirujano especialistas en urología, un psicólogo y un cirujano plástico el periodista se topa con incesantes negativas. Los profesionales buscan disuadirlo de su decisión indagando sobre posibles traumas de la infancia, la educación sexual recibida en la familia y sus prácticas eróticas heterosexuales. La incongruencia entre el aspecto masculino del periodista y el deseo expresado en las consultas dispara por parte de los médicos todo tipo de cuestionamientos, apenas consigue que lo pongan en contacto con un médico del extranjero que podría ayudarlo a conseguir los cambios corporales deseados. En diálogo con un endocrinólogo la respuesta es tajante: “Por empezar, ese tipo de operaciones está prohibido en el país ¿me entiende? Prohibido. En segundo lugar, no estoy en nada de acuerdo con su planteamiento. En tercero, lo que usted me pide es una porquería. Va contra todas las normas éticas, morales y religiosas”.

    El testimonio de la nota no era novedad para las travestis. El constante maltrato de parte de la medicina orilló a la travestis y transexuales a inventar maneras de conquistar el cuerpo deseado. Durante los años setenta y ochenta muchas transexuales viajaban a Chile para poder acceder a cirugía de “cambio de sexo”. Las travestis improvisaron diversas formas de encarnar sus deseos. Para algunas el consumo de hormonas brindaba un modo contingente y accesible de intervenir su cuerpo. El uso de algunos anticonceptivos en altas dosis permitía dar forma a las caderas, cambiar el aspecto de la piel y conseguir que los senos se inflamen levemente. El consumo de hormonas ocasionaba malestares físicos y emocionales, ya que eran formuladas con otros fines, consumidas sin prescripción y en dosis descomunales. Para otras -la gran mayoría- la técnica predilecta para configurar sus cuerpos fueron las intervenciones clandestinas con inyecciones de aceites y siliconas de uso industrial en las tetas, caderas y piernas. Las siliconas variaban en calidad, pero siempre revestían una complicación para la salud de las travestis. Por su naturaleza viscosa, las siliconas suelen desplazarse y migrar a través del cuerpo, provocando una serie de complicaciones a la salud. Muchas vivieron sus vidas con cuerpos deformados e infectados por esta sustancia tóxica y extraña impregnando sus cuerpos. Marlene Wayar señala en su libro “Diccionario Travesti de la T a la T” relata las complicaciones que devienen de las inyecciones de siliconas: “En general se sufre más el frío porque ese cuerpo extraño que es la silicona o la prótesis toma una temperatura que no es la coporal, entonces en invierno se enfrían y cuesta mucho volverlas a calentar, esto pasa también en las caderas o en las piernas, en donde se tenga silicona, pero la de las tetas afectan mucho más al estar cerca de los pulmones. Entonces en casos donde ha habido neumonía o tuberculosis, siempre ha agravado la situación, porque tenés ese frío ahí tan cerca de tus pulmones”.

    Tras la conformación de las organizaciones que nucleaban a travestis, transexuales y transgéneros la problematización en torno a la salud fue tomando un lugar primordial. Luego de haber conquistado la derogación de los códigos de contravenciones que servían de instrumento para perseguir a las travestis en la vía pública y en el ejercicio del trabajo sexual, las organizaciones definieron distintos objetivos para avanzar en sus demandas al Estado. Para Lohana Berkins, quien lideraba la Asociación por la Identidad Travesti – Transexual la cuestión de la salud estaba fuertemente ligada con la identidad, ya que consideraba la identidad travesti como una experiencia encarnada, imposible de pensar desaprendida de un cuerpo concreto. Los trabajos de investigación emprendidos por Lohana junto a diversas investigadoras fueron arrojando luz sobre la necesidad de intervenir sobre la cuestión sanitaria que afectaba a la población trans que debido a las infecciones de transmisión sexual, las hormonas y las inyecciones de siliconas apenas alcanzaban un promedio de vida de 35 años. Por eso cuando Lohana y el Frente por la Identidad de Género llevaron la iniciativa legislativa al congreso para acceder al derecho a la identidad, no podían desatender la cuestión de la salud: “Nosotras necesitamos o podíamos necesitar el cambio de la apariencia, operaciones, lo que fuera y siempre habíamos tenido que ir al mercado negro de las hormonas y de las cirugías y así moríamos, sin respaldo del Estado. Nosotras decíamos que la identidad de género se encarna en un cuerpo, no está en el aire. Esto es lo que queríamos que el proyecto contuviera. Si la identidad es un derecho humano primordial, también lo es la salud. No había nada que separar. No había que discutir sobre la cuestión de si primero la identidad y luego la salud” (1). Finalmente la Ley 26.743 que legisla sobre la identidad de género , habilitó a través de su artículo 11 el derecho al libre desarrollo personal, garantizando la protección de la decisión de las personas trans a acceder a los servicios sanitarios para su afirmación corporal.

    Aunque los marcos jurídicos actuales ofrecen mejorías para las travestis, transexuales y transgénero la aplicación de la Ley de Identidad de Género (LIG) no ha sido total ni ha llegado a todo el territorio nacional. Aún existen diversos obstáculos al acceso de la población trans a los servicios sanitarios. Durante los últimos años y en particular durante el macrismo, los faltantes de tratamientos hormonales derivó en vulneraciones de la ley que fueron respondidas desde distintas formas asamblearias de intervención política. Personas trans y no binarias han impulsado mecanismos de socialización de la información sobre el acceso a tratamientos hormonales como el Recursero Trans, una página web en donde se reúne la información sobre centros de atención en Argentina, los servicios que incumplen con el trato digno y una multiplicidad de información útil para la población trans. La Red LACTRANS han editado una Guía de Recomendaciones sobre la Atención de la Salud Integral de las Mujeres Trans en Latinoamérica y el Caribe que contiene un diagnóstico de la situación continental además de indicaciones al personal de salud desde la voz de los activismos trans. Durante 2020 se editó una edición actualizada del Protocolo de Atención de la Salud Integral de Personas Trans, Travestis y No Binarias del Ministerio de Salud de la Nación que avanza en recomendaciones y procedimientos respetuosos que den cumplimiento a la LIG.

    Existen cuestiones pendientes que deben discutirse de cara al futuro: la sanción de la ley 27.610 que reglamenta la intervención legal del embarazo incluye como sujeto de dicho derecho a las mujeres y personas con capacidad de gestar, sin embargo existe escasa información respecto a los procedimientos correctos a desarrollar por parte de los servicios médicos para la atención de personas trans. Esta falta de información precisa sirve de excusa a los efectores de salud para negar el derecho al aborto, obstaculizar la práctica con derivaciones inútiles y ejercer violencias contra quienes demandan sus derechos. Por otra parte, un sector importante de los activismos trans disputan actualmente en torno a la justicia reproductiva, es decir el derecho de las personas trans a decidir respecto a su capacidad reproductiva, la posibilidad de tener o no hijxs y sobre la crianza de lxs mismxs. También los activismos intersex han presentado a las cámaras legislativas recientemente un proyecto de ley sobre protección integral de las características sexuales que garantizaría el derecho a la diversidad corporal y sexual, la protección de la autonomía e integridad corporal respecto de sus características sexuales y la no discriminación por motivo de dichas características. También dicho proyecto prohibiría la realización de cualquier procedimiento de modificación corporal no terapéutico sin el consentimiento expreso, libre e informado de la persona cuyo cuerpo está involucrado.

    Una última cuestión que merece despertarnos reflexiones tiene que ver con los alcances de lo que denominamos como “salud trans”. En muchas ocasiones utilizamos este concepto para referirnos a un conjunto limitado de prácticas centradas sobre todo en procedimientos de afirmación corporal. Por ende muchos de los servicios “amigables” con la población travesti, transgénero y transexual reúnen servicios de endocrinología, psicología, infectología y controles clínicos básicos. ¿Pero qué sucede con las personas trans cuando circulan por otros servicios de salud? Es importante llamar la atención sobre estos aspectos ya que las travestis y trans muchas veces debemos acudir a otros servicios en dónde existe escasa o nula capacitación sobre el respeto a nuestras identidades, por lo que en dichos espacios la violencia se hace presente como antes de la sanción de la LIG. Además existe poca problematización sobre el rol que las travestis ocupamos en las tareas de cuidado, acompañando a familiares de la tercera edad o niñxs en los servicios de atención de la salud. Es por esto que se torna necesario que los marcos normativos superen la aplicación restringida a un conjunto de servicios entendidos como “específicos” de nuestra comunidad e impregne todas las áreas de atención sanitaria. La pandemia nos pone en evidencia estas falencias de un modo cruel: durante la fase más crítica de los brotes en la Ciudad de Tartagal (al norte de Salta) fue hospitalizada Wanda Martínez – también conocida como La Goyo-, una compañera y activista travesti e indígena. Según la información recabada por el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) el 70% de la población trans  tuvo algún tipo de emergencia sanitaria durante la pandemia, sin embargo el 60% señaló haber recibido atención en primera instancia por parte de las organizaciones sociales antes que por los servicios sanitarios formales. Wanda fue desatendida por el sistema de salud, no se le brindó oxígeno ni la atención mínima requerida. En un desesperado audio enviado a sus compañeras, pidió a las organizaciones que se manifiesten y le exijan al gobernador Gustavo Saénz acceder al plasma para salvar su vida. Wanda falleció como muchas de nosotras: en los márgenes de la democracia, solas y sumidas en la vulneración.

    Fuente :https://latfem.org/

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