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sábado, 4 mayo, 2024
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    Filtros: el espejismo de la belleza digital

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    La selfie es el retrato de esta época, pero como toda fotografía no es un reflejo totalmente fiel de la realidad. Se elige el mejor perfil, se explora el ángulo adecuado y se incorpora una “máscara”, una delgada capa en el rostro que aporta un efecto distinto. El uso masivo de filtros que distorsionan las facciones faciales afecta la manera en que los usuarios de redes sociales se muestran y se ven a sí mismos.

    El retrato es uno de los géneros pictóricos más antiguos de la historia del arte, y la selfie se convirtió en su versión actualizada. Hecha de luz, píxeles y códigos, la autofoto tiene origen en un acto individual pero con destino público y masivo cuando se comparte en redes sociales. Así, la distancia entre el “yo real” y el “yo virtual” se vuelve aún más lejana.

    La identidad como construcción social es algo flexible y variable pero en las redes sociales el uso de filtros tiende a cristalizar los perfiles. Los primeros tenían usos lúdicos como incorporar orejas de animales o agrandar la boca y los ojos, pero actualmente los más populares se han convertido en una herramienta de embellecimiento instantáneo y homogeneizador.

    Originalmente, muchos de los filtros eran desarrollados por Facebook pero luego se incorporaron otras opciones creadas por un grupo limitado de artistas de distintas partes del mundo que se registraban en el software de realidad aumentada, Spark AR. Actualmente, la red social abrió el programa de creación de filtros personalizados para todos los usuarios de la red social, y las opciones se multiplicaron.

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